Cada año se repite. La misma fecha, pero cada vez más memorias.
Nos reencontramos - quienes seguimos esta costumbre - cada 2 de noviembre, en los mismos lugares y remozamos nuestros recuerdos. Los desempolvamos, los pintamos y les ponemos flores y festones de papel y plástico; repintamos sus nombres en la memoria a través de coloridos símbolos.
Cada año la particular lista de recuerdos a remozar se incrementa, y pronto habrá de seguirse aumentando. El tiempo, el implacable, el que pasó, que dirán. A la lista se suma mi abuela, mi tío, el amigo, el compadre, la madrina. Tres metros abajo de los adornos, se suman a la madre tierra aquellas personas a quienes dedicamos un día para unirnos en la tarea de recordarlos.
Porque si algo tiene esta fecha en algunos lugares - los pueblos, por lo general - es la capacidad de convocarnos a recordar juntas y juntos a quienes nos antecedieron en el tránsito a la ausencia física. Y digo ausencia física porque mientras somos recuerdo, existimos. Somos seres sociales, existimos en tanto nosotros reconocemos nuestra existencia y en tanto somos reconocidos como existentes. Así que mientras seguimos siendo un recuerdo vivo, seguimos existiendo. De ahi que decir que Monseñor Romero, los mártires de la UCA, o los miles de muertas y muertos de nuestra guerra, viven, no es retórica.
El dos de noviembre tiene esa capacidad de reunir a la comunidad para mantener viva la memoria. Especialmente - reitero - en aquellos lugares donde el cementerio se corresponde a la comunidad. Entonces el lugar donde yacen los restos de quienes alguna vez fueron miembros de la misma se vuelven no solo un testimonio del paso del tiempo en ese grupo humano, si no además se vuelve un lugar adonde se convoca a recordar, a renovar la existencia de quienes una vez fueron seres que deambulaban remozando los símbolos de otras y otros.
Así es que el dos de noviembre se vuelve un día para celebrar la vida y la supervivencia de quienes pasaron a existir como recuerdos a mantener vivos. Se equivoca quien entiende este símbolo de reverencia a nuestros antepasados como un culto perverso de la muerte. Nos unimos a remozar las tumbas para mantener vivos los recuerdos. Repintamos los nombres en la memoria, y a partir de esos recuerdos construimos algo nuevo, hacemos viva a la vida nuestra y de quienes nos ayudaron a construir la nuestra.
El revivir la memoria, el remozar los símbolos del tránsito a ser recuerdo, es un acto pues, de vida. El olvido es el verdadero sinónimo de la muerte. De ahi que el perdón - un acto de vida - no pueda juntarse con el olvido, que es el verdadero símbolo de la muerte.
Feliz inicio de semana.
Victor
Foto: Renovando recuerdos..., por mi
3 comentarios:
no soy católico ni celebro el día, pero tus palabras resuenan. gracias por la perspectiva. un saludo jefe.
No sólo la muerte es motivo de reflexión... sino quiondas después?... Mi mamá –ya fallecida– afortunadamente, está VIVA... por eso visito su tumba
Gerardo: gracias por pasar siempre. y qué bueno que podas entender mi perspectiva. Un abrazo, amigo.
jc: Si, justamente lo que viene después de la muerte es motivo de grades y apasionadas discusiones. y tal como decís las personas que quise cuando estuvieron físicamente conmigo, siguen vivas. Gracias por pasar.
Victor
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