lunes, 23 de julio de 2012

9 años de mano dura



Esta mañana, recordaba gracias a un tweet del historiador Carlos Cañas Dinarte, que 9 años atrás, en una noche como esta, iniciaba oficicialmente la implementación del Plan Mano dura por el trístemente célebre ex presidente Francisco Flores Pérez.

Encontré este artículo de la revista Proceso, que solía editar el CIDAI de la UCA (una lástima que desapareciera); valga recuperarlo para recordar que no es de ahora que se viene preguntando por los planes de reinserción, por las estrategias de prevención y el respeto a la constitución con estas movidas publicitarias.

Como bien lo narran los de El Faro en el video, el "manodurismo" no trajo sino una complejización y un agravamiento del operar de las pandillas. No solo en cifras de muertes llegamos a ver una duplicación, si no además un incremento en el dominio territorial y de generación de miedo en la población (no hace mucho lograron un gran impacto con un llamado a "toque de queda", ¿recuerdan?). Un fenómeno social con raíces estructurales, culturales, económicas, sociohistóricas, etc. fue abordado (y sigue siendo abordado) con un simplismo patético. El reciente intento de negociación con los líderes de las pandillas y la aparente tregua que ha logrado tanta atención mediática es solo una vuelta más a una rueda de caballitos a la que las autoridades y algunos medios parecen venirse montando nomás cuando conviene.

9 años más tarde, seguimos viendo un circo en el que lo único que ha cambiado es el número sobre la escena.

Víctor

Orillas del Acelhuate y otros crecimientos

Algunos hechos recientes me recuerdan cómo a la orilla del Acelhuate crecen milpas hermosas, berros verdísimos y gordísimos rábanos.

En general últimamente me encuentro por demás escéptico ante todo lo que va ocurriendo. Y es que al menos para mí, los usualmente finísimos hilos con que usualmente se mueven todas las cosas en estos lados van quedando cada vez más claros. La gente nuevamente va quedando en dos roles: los excluidos de siempre y los azuzados de toda la vida. Fuera de ellos, las fachadas, las máscaras en el baile sempiterno de la lucha por el más mínimo resquicio de poder sigue teniendo cada vez rasgos más grotescos, más simiesco el gesto, más burlesca la carcajada fingida.

Foto de Mauro Arias, de El Faro (La economía del agua muerta)
Traigo a colación lo del Acelhuate por que con todo y lo novedoso y esperanzador que pueda resultar ver a los  movimientos ¿ciudadanos? de reciente cuño, con ellos me ocurre con la verdura nacida a orillas del río donde va parar toda la inmundicia de la capital; se verán hermosísimos cuando se venden a orilla de la carretera, pero igual se sabe que por dentro llevan alguito de lo que corre a la orilla donde han surgido. 

Independientemente del color de camiseta que se les ocurra poner, de los sagrados símbolos que se les ocurra "apropiarse" para dejar visible sus propuestas, demandas, consignas, etcéteras, con las formas novedosas u ortodoxas de hacer explícita su inconformidad o aquello que dicen defender, igual y da la sensación de - para quien no compra a ciegas - un poquito a las heces y demás linduras que corren por ese símbolo de la ausencia de límites al poder y a todo lo que pulula alrededor de ello.

Valga decirles, como a todos los seleccionadores que vengan, les aplicaremos el cliché de "hay que darles el beneficio de la duda", nomás un tiempito más para que se vea con más claridad el color del fustán.
Más allá de eso, quedarán preguntas, como siempre: ¿Adonde encontrar un signo de esperanza? ¿en el hastío de la gente? ¿en el descrédito de los actuales políticos? ¿en que la salida a la calle sea ahora un recurso "in"?


Sin ser un experto, pero con mi atrevimiento usual, digo que pienso que la esperanza siempre estará un poco más allá, adonde no apunten las cámaras. Muy seguramente alrededor suyo y quizás no se ha dado cuenta. Lo más seguro es que esté ahí, donde siempre, donde menos obvio nos resulta: en nuestras propias acciones, si es que elegimos tal alternativa.

Eso, de la constitución y demás linduras hablamos otro día.

Víctor