viernes, 26 de mayo de 2017

Ernesto. 13 años sin vos.

Una publicación compartida de Víctor Castro (@animaldecueva) el


Tengo más de diez años de persignarme frente a la parada de la terminal de occidente de la ruta 44. Pido a Dios por el descanso de tu alma cuando paso por ese lugar donde te mataron.
Porque dudo que no estuvieras intentando hacer algo si estuvieras vivo.
Así que dudo que tu alma esté tranquila viendo cómo va todo.
Pido por vos.
Pido por nosotros, los que quedamos.

Ayer tuve que informar en una reunión que logramos averiguar que la mamá de un cipote que mataron, decidió llevarse su cadáver de la morgue al cementerio de una vez, sin hacer velatorio. Ella no quería tener problemas en donde vivía por hacer el velatorio a su hijo. Apenas tres o cuatro personas fueron a enterrarlo. El miedo terminó ganando al dolor.

Ese cipote tenía más o menos tu edad, era un poco más jodarria que vos, pero ya tenía días de haber decidido ponerse las pilas y cambiar. Tenía casi cuatro meses de estar trabajando y le estaba poniendo empeño al estudio desde enero. Estaba por cambiarse de trabajo a uno donde si le iban a pagar seguro social e iba poder ir a estudiar más tranquilo.

Como con vos, Tambito, Ernesto, nomás queda preguntarse qué pudo haber sido de la vida de un cipote que prometía tanto. Como con vos, también tengo que pedir por su alma. También tengo que recordarlo para recordarme porqué hago mi trabajo.

Víctor

lunes, 8 de mayo de 2017

11 años

Este ejercicio de expresión propia cumplió 11 años hace un par de días. Valga la ocasión para desempolvar un par de recuerdos.

Creo que lo he dicho en otro espacio. Lo mejor de tener blog en todo este tiempo ha sido la gente a la que llegué por él. Más allá de tener la oportunidad de escribir, de decir lo que quiero decir y que nadie más puede hacer por mi, hacer este ejercicio ha sido una oportunidad de conectarme con otra gente y crecer.

Con los tiempos el internet y sus espacios sociales se han vuelto lugares bien hostiles  y de mucho show, de mucho postureo, pero hace ratos esto fue un chance de conectar con gente a la que da gusto conocer y que de otra manera no habría podido encontrar.

Hoy parecería que cuesta un poco más generar esa conexión. En la convulsión perenne de la polarización, la profundización de la violencia como característica de nuestra interacción social y que el reconocimiento en línea se ha vuelto un fin en sí mismo, la dinámica ha ido torciéndose. De ser un lugar al que veníamos de vez en cuando,  con gusto incluso por la oportunidad de compartir, internet se ha vuelto un flujo perenne que atraviesa nuestras vidas a través de la ubicuidad de un teléfono, cosas que ahora son una necesidad y no un lujo. Y ahora da miedo venir.

Si afuera, en la calle la hostilidad y la violencia dan miedo, acá no desaparecen. Se exacerban, se adornan, se les suma la suprema ignorancia con la que acostumbramos vivir y hacemos gala de ello. Y nos inundan, nos llenan las páginas hasta el cansancio, nos atosigan hasta el punto de callar a la sensatez.

Pero quedan siempre estos pequeños espacios. Por eso vale la pena mantenerlos vivos.