El discurso social acerca de las maras está viciado. Es un discurso incompleto, hecho desde desde la ligereza del sensacionalismo mediático con que se ha tratado en la esfera pública el tema de la violencia social hasta hace un par de años, hecho desde la teatralidad de Flores y Saca hablando de malacates y manos duras. Ese discurso incompleto que manejamos en mayor o menor medida todas y todos y que este lunes 19 de octubre nos jugó una mala pasada.
Los problemas de nuestra sociedad son muchos. Pero de entre tantas problemáticas, la que ha jugado un papel trascendental (y variable) en la opinión pública en los últimos años ha sido la delincuencia, atribuida durante mucho tiempo casi exclusivamente al accionar de las pandillas juveniles. Los dos gobiernos previos al actual hicieron del combate a las pandillas juveniles a través de las llamadas políticas de "mano dura" y "mano super dura" el eje sobre el que la opinión pública, generada desde los medios masivos de comunicación - identificados con el grupo en el poder - y desde el propio gobierno central, giró mientras fue conveniente.Los efectos de esa centralidad a conveniencia brindada al tema de las pandillas no fue únicamente el desviar la atención pública de otros problemas como la economía o la corrupción, si no que además influyó en que el común de la sociedad tenga una idea incompleta de lo que realmente es una mara. Esto refleja el desconocimiento y/o el desinterés de las autoridades anteriores (las actuales aún están por verse) sobre un fenómeno social que es más que un conteo de crímenes.
La imagen de las maras como sujetos violentísimos ha sido constantemente reforzada con imágenes ofrecidas a todo color en los diarios y con todo el dramatismo con que son capaces de dotar en la edición los noticieros televisados. Fue el tema central de gran parte de la gestión gubernamental anterior, y el tema de mayor trascendencia para los medios de comunicación luego del ascenso al poder del FMLN. El discurso tiene un fuerte base de realidad, pero está repleto de vacíos en tanto esta construido casi exclusivamente desde el tratamiento que los medios de comunicación han ido dando al tema, que es la primacía de la noticia luctuosa por sobre cualquier presentación de la complejidad de un fenómeno social que es producto de la estructura social salvadoreña. Es decir, que la imagen de la mara esta construida sobre lo dantesco de los crímenes que cometen antes que en la comprensión de cómo funcionan como una segunda o única familia para sus miembros.
Con una imagen basada en la teatralidad con que los mismos miembros de pandillas actúan, antes que en una imagen mas completa de lo que en realidad es el fenómeno es fácil caer presa del rumor mas inverosímil. Es comprensible que una mamá llame diez veces a su hijo para que se regrese temprano a casa, que se vaya en taxi para que vaya mas seguro. Ella no sabe como funciona una clica, solo sabe que aparecen mareros desmembrados, ella solo ve lo que dice en el diario y en cuatro visión que son los mareros. Ella veía al presidente hablando de combatir a las maras como si de cucarachas se tratase. ASí quien no va a tener miedo cuando le cuenten que alguien dijo que habían cucarachas radioactivas.
Pero no todo está mal. Aunque lo demostrado ayer es grave, porque es seña de lo delicado de la sensación de inseguridad ciudadana y lo fácil que es hacer caer en el caos a la capital solo con el uso de un email que apunte a algún tema sensible para la mayoría, no todo es oscuro, creo.
Escribiendo mi parte del artículo para Psicoloquio acerca de lo ocurrido ayer, encontraba en el artículo Guerra y Salud Mental, escrito por Ignacio Martín - Baró en 1984, unas líneas que me brindan algo de esperanza:
Repetidas veces se ha podido verificar que los períodos de crisis social desencadenan reacciones favorables en ciertos sectores de la población; enfrentados a "situaciones límites," hay quienes sacan a relucir recursos de los que ni ellos mismos eran conscientes o se replantean su existencia de cara a un horizonte nuevo, mas realista y humanizador.
[Martín - Baró, I. Guerra y Salud Mental (1984). En Martín Baró (ed.). Psicología social de la guerra (1990), p.37. San Salvador: UCA Editores]
Saquemos pues la lección de ayer y hagamos algo. De una vez por todas.
Victor