domingo, 10 de octubre de 2010

Apuntes en el día del psicólogo y la psicóloga en El Salvador

Como bien lo comentamos en Psicoloquio, cada 10 de Octubre se celebra el día de las psicólogas y los psicólogos acá en El Salvador. Se hace porque la Sociedad Salvadoreña de Psicología se fundó el 10 de octubre de 1964. Coincidentemente en 1992, la Federación Mundial para la Salud Mental, auspiciada por la Organización Mundial de la Salud, designó el 10 de octubre como Día Mundial para la Salud Mental.

Esto me lleva a recapacitar, ahora ya desde un espacio de trabajo donde intervengo en algunas problemáticas sociales, sobre el privilegio que representa no solo ser un profesional, si no además uno especializado en trabajar con algo tan delicado como la salud mental de las personas.

Mucho hemos avanzado como profesión en el país, pero queda mucho por recorrer, mucho por mejorar. Cada vez somos más profesionales de la psicología, pero la cantidad no implica calidad. Ello lleva a que quienes ya ejercemos debamos poner alto el listón, lejos de acomodarnos a lo que ya tenemos, a lo que ya somos. Hay mucho por trabajar acá, donde los problemas sociales y la forma en como se encarnan en las personas es tan evidente, acá donde hay tanto qué hacer, tanto por intervenir, por investigar y por volver un cuerpo teórico que sea un reflejo de esta realidad de la que somos parte.

Implica una mayor profesionalización de nuestro trabajo, crear espacios para la discusión, para compartir el conocimiento y la experiencia y verlo desde una postura crítica, aterrizada en esta población, en este contexto. Necesitamos, nos urge evaluarnos a nosotros mismos en cuanto referentes de la cantidad de jóvenes que egresan como psicólogos de las universidades, en cuanto ejemplos de rigor científico, metodológico, y ante todo, ético.

Creo que hay que celebrar, pero viéndonos a nosotros mismos, exigiéndonos más, dado el privilegio que tenemos: el trabajar con la gente y para la gente. Porque ser psicólogo es ante todo un privilegio, pero no uno que nos pone por encima de nuestro objeto de trabajo, si no al mismo nivel. Y creería yo que incluso debería ponernos abajo del mismo, para empujarlo hacia arriba, a su liberación.