lunes, 20 de febrero de 2012

A propósito de Comayagua


Nuestra generación es realista, pues hemos llegado a saber lo que realmente es el hombre. Después de todo, el hombre es ese ser  que  ha  inventado  las  cámaras  de  gas  de  Auschwitz,  pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza  erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios.
(Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido)

Leyendo la crónica "Que se quemen los reos" que hace el periodista Daniel Valencia en el periódico El Faro me he acordado de este párrafo, del final de un libro al que siempre vuelvo en épocas de tormenta en mi vida. Imagino que al final de la misma saldrán, como en las notas de los periódicos, comentaristas haciendo apología de esta renovada solución final, cínicos sujetos amparados en la comodidad del anonimato que pedirán que hagan esto en todos los penales del país. Como fuere, rescato de esa crónica esta parte:
Nadie sabe cómo El Chaparro consiguió las llaves. Hay algunos sobrevivientes que creen que el llavero de turno las tiró, otros dicen que quizá El Chaparro rogó lo suficiente –y justo a tiempo- para rescatar a la mitad de la prisión. Lo cierto es que Marcos Bonilla, El Chaparro, se convirtió en héroe esa noche.
Primero llegó a la celda 6, con una banca, y rompió a la fuerza el candado, liberando a Quique, que ya estaba quemándose, y a otros dos más. Luego hizo lo mismo en el resto de las celdas, hasta que llegó a la 10, donde Álex sintió que Dios lo había escuchado, pero poco le duró la alegría.
-El Chaparro traía una banca y le dio con ganas al candado, pero no abrió. Ahí fue cuando dije: bueno, hoy sí, aquí me tocó morir –recuerda Álex.
Desahuciado, vio cómo El Chaparro desapareció entre el humo del pasillo, y segundos después vio cómo venía de regreso. Pero Álex solo reaccionó hasta cuando escuchó el tintineo de unas llaves. Cuando El Chaparró logró abrir, Álex corrió hacia el patio, y todavía recuerda que echaba humo de la espalda. Detrás suyo venía Liro, que al ver el portón abierto se tiró a las llamas porque sabía que esa era la única ruta para escapar de la muerte.
* * *
Marcos Bonilla, El Chaparro, es un reo de la cárcel de Comayagua que a fuerza de buena conducta, de ganarse méritos, se ganó el respeto de las autoridades, estudió medicina y se dedicó a curar a sus compañeros de prisión. Tiene ocho años como enfermero. El Chaparro llegó al penal hace 17 años, y le faltan cinco para purgar una pena por homicidio.
En el penal, El Chaparro vivía afuera de las celdas, en un cuarto contiguo a la clínica de la prisión, con acceso a medicamentos. Si alguien se enfermaba o necesitaba atención en las noches, todos sabían a quien acudir: al llavero de turno para que este llamara a El Chaparro.
El Chaparro tiene ese apodo por su estatura. Tiene 50 años y hoy se ha convertido en héroe. No ha querido decir cómo obtuvo las llaves de las celdas porque dice que no quiere recordar y porque no ha cesado de trabajar. El Chaparro pasó las 72 horas después del incendio atendiendo a los heridos.
El Chaparro, el reo-enfermero, hizo lo que no pudieron hacer los guardias de la prisión, porque los guardias de la prisión recibieron la orden de no dejar salir ni dejar entrar a nadie para evitar una fuga.
Pienso como con una indiferencia quizás nunca vista, nuestra generación también ha llegado a ver una vez más que el hombre es un ser capaz de dar una orden para que se mueran quemados cientos de personas, que es también un ser capaz de alegrarse por la muerte a fuego de cientos de personas, que es un ser capaz de exigir que se repitan estas escenas muchas veces.

Pero la realidad, esa muchas veces inmensa desconocida, también a veces recuerda que un hombre es también capaz de elegir volver a luchar contra la muerte y aún después de la tragedia, seguir ayudando.

Víctor

P.D.: Sé que hay mucho más qué decir de lo ocurrido en la granja penal de Comayagua, en Honduras. Me quedo por hoy con esta historia y pensar en como lo están pasando los sobrevivientes y los familiares de los reos, que son la dolorosa prolongación de lo ocurrido.

martes, 14 de febrero de 2012

A propósito del amor, amistad, etc...

En todo el mundo occidental este día se recuerda con especial (y comercial) énfasis el amor y la amistad. Muchos damos o recibimos especiales muestras de afecto a nuestras personas más especiales. Otros no lo hacemos, e incluso nos quejamos o burlamos de quienes lo hacen, subrayando lo comercial o banal del hecho. Es curioso, algunos estudios de neuroimagen han demostrado que las mismas zonas del cerebro que se activan con el enamoramiento se activan con el odio. Pero bueno, eso son otros diez pesos.

Lo cierto es que bien vale la fecha en que por uno u otro motivo cuesta no pensar en nuestros otros y otras significativos para reflexionar un poco sobre nuestras relaciones con las y los demás, especialmente a quienes tenemos más afecto, con quienes construimos nuestras vidas.

Hoy pienso en lo que estoy construyendo junto a mi novia, en lo que he construido con mis amigos , especialmente los más entrañables. Me alegro de ello. Pienso que con varias personas hemos logrado hacernos mucho bien, y dejarnos una huella que perdurará en el tiempo.

Pienso en el reto que plantea Monseñor Romero en una de sus homilías (12/04/1979), que el verdadero amor comienza por exigir entre las relaciones de los que se aman, lo justo. Y lo justo es muchas veces lo más pequeño: la reciprocidad, la escucha, el recibirnos unos a otros con afecto. Lo justo es estar atento de las necesidades de los demás, especialmente si lo están pasando mal. Es curioso como nos preocupamos para bien o mal de si esta fecha debe celebrarse o no y no de ver la calidad de nuestras relaciones interpersonales, del amor que repartimos y permitimos que nos den. En ese detalle tan pequeño está también el cambio, la transformación de la realidad.

Les dejo, por fin, una reflexión más de Monseñor. Bien vale darnos un tiempo para pensar en ello:

Muchas veces se dicen palabras bonitas, se estrechan las manos y, quizás, hasta se den un beso, pero en el fondo no hay verdad. Por eso, una civilización donde se ha perdido la confianza del hombre a otro hombre, donde hay tanta mentira, donde no hay verdad, no hay fundamento de amor. No puede haber amor donde hay mentira. Falta en nuestro ambiente la verdad . (Homilía 12 de abril de 1979, VI p. 276)

Que lo pasen bien este y todos los días. 

Víctor


P.D. Recomiendo también este comentario de don Carlos Ayala, muy aleccionador.

La imagen la hallé por acá