domingo, 26 de mayo de 2013

Hablarles de vos, Tambo

Tambo:

Son nueve años desde que te apuraron a balazos a la casa del Padre y Madre nuestro. Eras un niño.

Yo me empeño en no olvidar tu muerte, en que en un padacito de ese mundo virtual que nos seguirá acompañando esté Ernesto Miguel Ávila Mártir, que se sepa que duele, que me duele la muerte de un joven amigo que quería hacer algo diferente. Quizá con los años se me vaya olvidando cómo recuerde tu cara y solo tenga las fotos, quizá tu voz se me olvide un poco cómo sonaba. Pero queda acá esto para no olvidar no la esencia, queda lo que uno quiere recordar, lo que uno no olvida. Tu animosidad por ir a las comunidades, tu gana de pasarla bien en medio de la gente, tu juventud vuelta semilla y fruto.

El viernes salí tarde de trabajar. Tuve una reunión larga en la que al final me tocó escuchar y aconsejar a un joven con que trabajo. Es otro joven que quiere hacer algo bueno. Tiene esa misma energía tuya, esa misma picardía de bicho llegando a su segunda década de vida. Tiene el mundo por delante y se mueve en esos lugares adonde seguramente estarías trabajando.

Cuando llegué a casa encontré en mi bandeja un correo de tu mamá, recordándome que estamos cerca de otro año más de tu partida a la casa de todos. Imagino que ella leerá estas líneas. Yo no sabía que las encontró alguna vez, creo que vos la llevaste a encontrarse con ellas y que supiera que alguien al otro lado de la ciudad también te recuerda. Hoy quiero que sepa que cuando he hablado con este cipote, he querido hablarle de su hijo; hablarle de vos, Tambo.

El poder más grande que tenemos como cristianos, más allá de la oración, es el testimonio. Nada convence tanto como un gesto correcto en medio de un lugar que cada vez es más confuso. Nada dice tanto de nosotros como cuando juntamos lo que creemos con cómo actuamos. Vos fuiste testimonio, Tambo. Joven como tus compañeros, joven con defectos y virtudes, joven de gestos que no se olvidan. De eso quiero hablarle a este joven, de tu normalidad de joven y de lo natural de esos gestos. Vos sos irrepetible, pero ojalá hablarle de vos anime a este bicho a ser algo como vos en tu testimonio de querer hacer cosas distintas, cosas que cambian, cosas que atestiguan una vida única.

Yo fui testigo de tu paso por el mundo. Por un par de años nomás. Suficientes como para no olvidar. Como para animarse a no olvidar lo que aprendí a tu lado y del lado de la gente subiendo por la calle negra o compartiendo cualquier cosa mientras esperamos que los demás vuelvan de su misión, adonde fuera que les hubiera tocado.

Eso, Tambo. Voy a seguir hablándole de vos a la bichada. Quien quita y se animan.

Víctor

lunes, 6 de mayo de 2013

7 años

Este blog tiene 7 años. Ayer por la noche, pero en el año 2006, escribía mi primer post. Iniciaba con la esperanza de tener un espacio de expresión personal y poco a poco se fue volviendo algo donde revisaba esa realidad de la que me toca hacerme cargo.

Guardé hace ratos algunos de esos posts muy personales, que en algún momento terminé por separar de acá para hacer otro blog; veo cómo ha cambiado mi vida desde aquel momento y cómo mi propia manera de entender la realidad va cambiando. Quizá mi relectura de este período de mi vida, documentada de una manera más accesible que mis primeros escritos de la preadolescencia, me va dando cuenta que lo que cambia son los cómo más que los qué. La realidad sigue estando ahí pero vuelco mi energía en intentar cambiarla desde lo que hago en mi trabajo más de lo que digo desde acá. Hoy tengo esa oportunidad que hace tiempo no tenía.

Hoy soy más consciente del valor de mi palabra frente a esto que ocurre día a día pero también como realidades tan efímeras son parte de un juego más complejo y sucio que hay detrás, que para llegar a ello urge reconstruir otras cosas: la persona, las relaciones, la visión de mundo, el cómo cuidamos nuestro entorno más que las instituciones que reflejan el estado de nuestro fondo.

7 años son un buen período para crecer y ir dejando pistas de cómo es que vamos llegando a donde andamos ahora. Eso es lo rico de esto. A seguirlo haciendo

Víctor