domingo, 8 de diciembre de 2013

Aquellos diciembres

Querría escribir un poco de lo que viene aconteciendo en el país. Más que nada de cosas que vienen dándose y de las que me siento ajeno pero que es inevitable querer decir unas cuatro carambadas. Procedo, van ustedes a disculpar:

La primera: Obras y denuncias no importa cuando se hagan, media vez se hagan correctamente. Es costumbre en este y en otros países querer dar un golpe de efecto cerca de los eventos electorales inaugurando cuanta obra se pueda y denunciar cuanta cosa se pueda. Es normal, pero todo el mundo gusta de hacer escándalo, más si hay intereses de por medio. 

El problema con la denuncia de corrupción es que es tan grande, tan jodidamente evidente en la dimensión del contubernio entre los más distintos niveles del estado y de los órganos del mismo que debería de arrastrar cuando menos la indignación generalizada. Pero nomás no. Y ahí vamos tras la carreta de los intereses de los dueños de los medios de comunicación  - que bien se sabe a qué grupo político y de poder se asocian - clamando a los cuatro vientos que es una persecución que no debe hacerse en tiempos electorales. Y si este pinche país vive en eterna campaña electoral - a merced de cómo se organizó el calendario electoral - ¿Cuándo van a hacer esas denuncias? 

Lo segundo: Habiendo dicho que el país vive en eterna campaña electoral, gracias a la campaña de idiotización permanente emprendida por estas empresas de comunicación (vea, por ejemplo, cuanta entrevista, "telerevista" y concurso de entretenimiento abunda a diario en la tele), todo se entiende a medias y mal, todo se lee a través de los ojos de campaña y/o a través de gente que no tiene el mínimo de decencia de reconocer su absoluta ignorancia en el 95-99% de temas que abordan. 

Así fácil es llevar y conducir todo a los clichés de siempre. La discusión light en un formato apresurado y donde el pueblo es mero espectador. Así es fácil que el evento electoral sea el fin y todo lo que le rodea sea un  medio para tal. Y cuando no lo debería ser, a tubo se le vuelve un medio de batalla electoral. Y así, en esa rueda de caballitos se van a la mierda los temas importantes. Temas profundos como el derecho humano al agua, una reforma educativa, la discusión del modelo de seguridad pública y etcétera se ven enmarcados en una dinámica sin fin. Y la discusión de los mismos, la que al final importa, se ha trasladado a esos espacios donde priman esos intereses privados. Así vamos.

¿Vale la pena hablar, pues, de la campaña? A lo mucho apuntar dos palabras: marketing everywhere. Las promesas electorales están sometidas al calendario electoral y dependen puramente de alianzas políticas. El famoso tema de pesos y contrapesos, tan útil para quienes intentan influir en el poder (aliándose o potenciando a quien convenga) facilita que todo lo que se discute sea letra muerta. Y como cuestión muerta, apesta. 

Quizá valga decir una cosa más: viene lo peor. Lo vemos a diario, los tenemos hasta en la sopa. Y será peor. Conforme entre la desesperación por el encuestismo, de ARENA vendrá lo peor de su repertorio. Si, puede ser peor. De Saca tendremos los clichés de siempre y del Frente resaltar obras de las que siempre se vieron opacados por el afán de protagonismo de un Funes que muchas veces les ganó el mandado. 

Y así, siguen haciendo el mismo truco. Y lo aplaudimos igual de desganados. 

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Así dice la RAE

Descargado todo aquello, que me invade todos los días y en todas partes, necesito respirar.

Diciembre ha llegado, raudo, corre y corre. Con el tiempo, uno va desconectándose de lo especial de este mes. O al menos eso me ocurre y lo veo cada vez más reflejado en la avalancha publicitaria mezclada con la avalancha de mentiras y medias verdades que se cuentan en los medios en estos días.

Entre darme cuenta que veo más gente hablando del bendito thanksgiving y gente hambrienta de ofertas de black friday, se me han pasado como agua estos días. Cada vez más noviembre se funde con diciembre en una maraña de publicidades que no dejan aire para respirar. Todo es venta. Todo es una prisa por acabar con todo lo más pronto posible.

Estamos a un par de semanas de la navidad. Y gracias a la modernidad (?) todo llega tan rápido, que no da chance de recoger la escasa ilusión que nos deja la adultez. Si, la escasa ilusión que se mediatiza en la compra de algo para ilusionar, para alegrar a alguien más, a alguien que nos importa y que por ende ayuda a dar sentido a esta locura de mundo en que estamos.

[La compra, la compra como medio para la esperanza y transmutada en un fin por el mercado, por el dios por el que todo se rige, por el que los tiempos se mueven, por el que el mundo va adquiriendo cierto rumbo.]

Ha llegado diciembre y apenas puedo pensar en un rato libre para pensar la clase de ilusión que quisiera rescatar estos días. Todo está tan contaminado de publicidad, de afán de gasto, de afán de lucir, de afán de deslumbrar. Todo tan fatuo. Quizá lo único que va quedando por rescatar es que el amor florece de ciertas formas concretas en estos días. Y que en agosto y septiembre veremos varios de esos frutos. Yo soy uno, por ejemplo.

Víctor


P.D.: Me doy cuenta del desconecte del título con lo que va en el texto. La canción, haciendo referencia a la nostalgia y yo nomás descargando esa carga alienante en la que vivo. Carga de la que me trato de distanciar. Carga que toca cargar, de algún modo.