martes, 6 de agosto de 2013

Apuntes de viaje (primera parte: JMJ Río 2013)


Un viaje, cuando es viaje, te transforma. No volvés igual. Y cuando es viaje, no es una experiencia lineal, si no un cúmulo de sucesos que se contraponen, que se resumen y se suman entre sí haciéndose algo mucho, mucho más grande.

La gente te suena a un viejo horizonte y/o te abre uno nuevo. Es así. La familia con que crecés te suena a esa familia que viste por la rendija mientras caminabas rumbo a esa pequeña iglesia, pero la familia que te dio el cuarto de su hijo para dormir, o la familia que conociste de tu compañero de cuarto te abre una dimensión distinta.

No es igual pero algo parecido ocurre con lo que no es persona, los lugares, los sabores, los olores nuevos. Vas a por ellos con la sensación del sabueso que va intentando descubrir la impronta de lo conocido asomándose ahí donde no sabe si debía meter las narices. Una comida, una bebida nombrada distinto y se cae el esquema con el que venías, y queda decir a todo si, venga, bienvenido mundo nuevo, destrócenme mis preconceptos. Y así acaba uno por comer una pizza delgada con guineo, un pedazo de queso con una jalea de guayaba o un café en una copa de vino.

No vengo igual. Por ende, fue viaje. No esperen encontrar una relatoría cronológica de cosas. Son sensaciones a la distancia suficiente como para saber que fueron reales y que no son idealizaciones instantáneas de algo que es mucho menos que eso. Son opiniones de alguien que estuvo ahí sin buscarlo, y que se emociona por el caminar antes que por el destino. Voy del final al principio.

JMJ Río 2013

Río fue frío para este hombre acostumbrado a los 30 y pico de grados con que me recibió Comalapa al volver. Las calles de Río se volvían interminables bajo la atmósfera que bien parecería de un Londres trasladado al trópico. Menos de veinte grados y una llovizna delicada, casi sensual en su manera de meterse bajo los poros de la ropa, trasladando esas temperaturas a la mitad de lo que estoy acostumbrado. Trasladarse en grandes grupos, más pendiente de no perder al compañero que de detenerse a ver la gente, los colores, las cosas. Río fue vértigo y masas moviéndose por todas partes saludándose y gritando hurras por estar ahí convocados por el mismo hombre (valga decir que el grito de batalla era "ésta es la juventud del papa").

Río fue ver jóvenes donde sea y preguntarse cuantos de ellos habrán despertado o serían despertados a un panorama más amplio que el de la mayoría, un panorama desde las complicadas fronteras y no desde la segura y acogedora cotidianeidad y tradición. Fue pensar que la masa es masa siempre, sin importar qué les convoca y es que si bien el fondo cambia, la forma es lo saliente, y al ver filas, interminables filas de gente, movidas desde todos los confines de la tierra por algo que es más que quienes organizan eso que huele a una demostración de fuerza, de músculo.

Valga decir, que se mantiene uno consciente: Sos y fuiste parte de esa masa que se ha movido hasta colapsar una ciudad que se mueve con la cadencia del mar que la baña, con el ritmo de su interminable samba y la suave sensualidad de su eterna bossa nova. Pero creés ser parte aparte. Intentás entender, captar, porqué estás en medio de todo eso, como observador participante, distante en medio de aquel tumulto, de aquella masa. Te ha movido las circunstancias de Aquel que lo mueve todo hasta donde estás hoy, en medio de juventudes que caminan cantando, sintiéndose bendecidos por formar parte de algo que es más grande que todos ellos cuando ya eran parte de ese algo que era más grande que todo eso.

Con todo, yo no le terminé de encontrar el gusto al evento. Quizá porque no soy de los que estando en el evento pensaron que está in ser católico, de los que se relamían recordando a aquellos que nos dicen que no es cool ser parte de esta institución social. Eso sí, hay que decirlo, el evento fue algo enorme e histórico, al cuerpo místico no le da por sustituir con peregrinos y peregrinas las arenas de una playa famosa todos los días (Valga decirlo, que el peregrino, en parte, es una imagen paradójicamente cercana a lo que la misma institución critica - la falta de profundidad, de implicación, lo light -, pues es alguien que va de paso).

Lo que yo imaginaba del evento en Río es bastante de lo que fue. ¿Profecía autocumplida? Quizá. Pero vi lo que vi. Una especie de partido en diferido, conociendo ya el resultado. Mucha manifestación de grupos pro-vida, mucha propaganda de los sectores más conservadores, distanciamiento de la oficialidad de manifestaciones de las expresiones más progresistas o populares, cero mención a los mártires (porque asusta un poco a la gente, me dijo alguien en el stand de los jesuitas en la Feria Vocacional al comentarle que esperaba ver en alguna parte la foto de los mártires de la UCA) y mucha emoción, mucha, mucha emoción. Eso sí, el Papa marcó una diferencia en su discurso. Y eso ha sido lluvia en medio del desierto.

¿Es mala la emoción? ¿Es malo vivir la fe que uno profesa, de la manera que uno cree correcta y emocionarse mucho? No tengo una respuesta concluyente. Lo que creo es que hay que trascender de la emoción. En Río vi tantas cosas, y lo que me quedan son preguntas que el tiempo habrá de responder. Vi testimonios de jóvenes diciendo que la peregrinación les había cambiado la vida, que era un milagro estar ahí, etcétera. También ví otros jóvenes que veían con preocupaciónque la peregrinación ocultara la cara que vive la juventud ahí y en otras partes: violencia, migración forzada, exterminio, pobreza, marginación. etc. Jóvenes que buscan en su espiritualidad un acicate para no desmayar en la defensa de los derechos de los más débiles, para iluminar hacia donde quieren que se lleve la patria de la que son el aquí y el ahora. Jóvenes que para mí son emoción y esperanza.


Lástima que no puedo verles a todos algunos aaños más tarde, preguntarles que ha sido de su vida después. Sé que el mensaje del Papa ha sido distinto al de los anteriores y que a algunos ha causado escozor (especialmente lo de "hacer lío"), y lo que de él resuene dependerá mucho de lo que cada quien elija y en qué manera persevere en hacer caso a ese mensaje. Porque, uno sabe por experiencia propia y por los años vividos con otros jóvenes, que el seguimiento es lo complicado. Y es que de la emoción juvenil al compromiso no siempre hay un paso de distancia. Y, si lo sabré yo al primero.

 La verdadera jornada viene ahora, que ya casi todo el mundo dejó Río y volvió a sus casas, a sus parroquias y a sus Diócesis con sus obispos y sacerdotes de los más distintos talantes. El tiempo dictará sentencia y dirá si de verdad nos atrevimos a hacer lío y a ponerle una cara distinta a la Iglesia. Las preguntas están en el aire: ¿Cuanta huella dejó la Jornada? ¿Qué tanto crecimos en nuestra fe y compromiso quienes participamos en ella? ¿Cuántos saldremos a las periferias de nuestro mundo al encuentro del hermano y la hermana más jodido?¿Cuán conscientes somos de que no se trata de si ser católico es cool o no, si no de cómo ese amor por el que debemos caracterizarnos hace la diferencia en un mundo cada vez más indiferente?

Sé que hay algunos que ya van por esas calles llenas de lodo y sangre. Los vi. A ver cuántos se atreven a ensanchar su camino y se atreven a ir por esas calles hacia la periferia y le hacen un lío a un mundo que agoniza.

Víctor

3 comentarios:

Eraldo Paulino dijo...

Poesia, crítica e sensibilidade.

Tudo o que eu busco em uma leitura.

Parabéns, meu amigo. Texto que eu esperava de você.

Abraços!

Hyman dijo...

This is awesome!

Carlos Minero dijo...

Cumpliste tu advertencia: empezas por el final. Para mi, lo novedoso no es solo eso, sino la serenidad del observador, capaz de ir más allá de la superficie. Mucho cuestionamiento, porque me tocan tus preguntas, es solo que la práctica de mi creencia (que sin duda no asoma a fe) esta por allí guardada en un lugar bien personal. Gracias Víctor por compartir, pendientes de la segunda entrega.