finaliza el día
es poco deciros lo dificil que ha sido no morir
solo me salvan sus ojos que ahora no me miran
sus ojos cerrados en la penumbra
se mueven al compás de mundos mejores.
Yo me quedo
porque así quiero.
O quiero creer.
Ha sido un día difícil al final de todo, pese a que he visto a mis amigos y he cocinado un delicioso asado al mediodía. He disfrutado mucho eso, y subir mis fotos al flickr, y ver a mis amigos por la noche. Pero he hablado con mis padres sobre algunas cosas que han pasado y eso me ha dejado un sabor agridulce en el alma, con algo de rabia y tedio. Pero todo va a mejorar, nada de ésto es gratuito. Dios no juega a los dados con el universo, decía Einstein.
Cuántas veces nos encontramos en encrucijadas vitales, en situaciones en donde optar por una opción u otra te hace entrar en conflicto. ¿A quién servir? Responder a las demandas de los demás, las actuales o las internalizadas con los años y que ahora resuenan cuando haces cosas; o responder a tu impulso vital, a tu pasión encendida, a tu orgullo, a tu dolor.
Sólo sé que a partir de ahora, por una promesa que he hecho a Guidos, dejaré uno de mis vicios: tomar gaseosa. Esto porque con Mario le hemos prometido que durante este mes no tomaremos gaseosa en solidaridad con él, que no puede tomar porque esta mal de la gastritis. [Vaya vieja, lo prometido es deuda. Así que acá vamos]. Por éste medio les contaré como me va con esta promesa. Hey, al menos sé con qué comenzar. Eso es bueno.
Para mientras les copio un excelente poema de Oliverio Girondo para ratos de asco vital. Es de su libro Persuasión de los días, de 1942 . Acompáñenme en mi lectura:
INVITACIÓN AL VÓMITO
Cúbrete el rostro
y llora.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
largos trozos de vidrio,
amargos alfileres,
turbios gritos de espanto,
vocablos carcomidos;
sobre este purulento desborde de inocencia,
ante esta nauseabunda iniquidad sin cauce,
y esta castrada y fétida sumisión cultivada
en flatulentos caldos de terror y de ayuno.
Cúbrete el rostro
y llora...
pero no te contengas.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
ante esta paranoica estupidez macabra,
sobre este delirante cretinismo estentóreo
y esta senil orgía de egoísmo prostático:
lacios coágulos de asco,
macerada impotencia,
rancios jugos de hastío,
trozos de amarga espera...
horas entrecoratadas por relinchos de angustia.
Girondo, O. (2001). Veinte Poemas para ser leídos en el tranvía. Calcomanías y otros Poemas (4ª Ed.). Madrid: Visor Libros
es poco deciros lo dificil que ha sido no morir
solo me salvan sus ojos que ahora no me miran
sus ojos cerrados en la penumbra
se mueven al compás de mundos mejores.
Yo me quedo
porque así quiero.
O quiero creer.
Ha sido un día difícil al final de todo, pese a que he visto a mis amigos y he cocinado un delicioso asado al mediodía. He disfrutado mucho eso, y subir mis fotos al flickr, y ver a mis amigos por la noche. Pero he hablado con mis padres sobre algunas cosas que han pasado y eso me ha dejado un sabor agridulce en el alma, con algo de rabia y tedio. Pero todo va a mejorar, nada de ésto es gratuito. Dios no juega a los dados con el universo, decía Einstein.
Cuántas veces nos encontramos en encrucijadas vitales, en situaciones en donde optar por una opción u otra te hace entrar en conflicto. ¿A quién servir? Responder a las demandas de los demás, las actuales o las internalizadas con los años y que ahora resuenan cuando haces cosas; o responder a tu impulso vital, a tu pasión encendida, a tu orgullo, a tu dolor.
Sólo sé que a partir de ahora, por una promesa que he hecho a Guidos, dejaré uno de mis vicios: tomar gaseosa. Esto porque con Mario le hemos prometido que durante este mes no tomaremos gaseosa en solidaridad con él, que no puede tomar porque esta mal de la gastritis. [Vaya vieja, lo prometido es deuda. Así que acá vamos]. Por éste medio les contaré como me va con esta promesa. Hey, al menos sé con qué comenzar. Eso es bueno.
Para mientras les copio un excelente poema de Oliverio Girondo para ratos de asco vital. Es de su libro Persuasión de los días, de 1942 . Acompáñenme en mi lectura:
INVITACIÓN AL VÓMITO
Cúbrete el rostro
y llora.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
largos trozos de vidrio,
amargos alfileres,
turbios gritos de espanto,
vocablos carcomidos;
sobre este purulento desborde de inocencia,
ante esta nauseabunda iniquidad sin cauce,
y esta castrada y fétida sumisión cultivada
en flatulentos caldos de terror y de ayuno.
Cúbrete el rostro
y llora...
pero no te contengas.
Vomita.
¡Sí!
Vomita,
ante esta paranoica estupidez macabra,
sobre este delirante cretinismo estentóreo
y esta senil orgía de egoísmo prostático:
lacios coágulos de asco,
macerada impotencia,
rancios jugos de hastío,
trozos de amarga espera...
horas entrecoratadas por relinchos de angustia.
Girondo, O. (2001). Veinte Poemas para ser leídos en el tranvía. Calcomanías y otros Poemas (4ª Ed.). Madrid: Visor Libros
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