martes, 8 de marzo de 2011

Feminicidios: La raíz está en nosotros.

En El Salvador, la muerte violenta de mujeres se incrementó en diez años, al pasar de 195 casos en 1999 a 581 en 2009. En una década han fallecido por esta causa un total de tres mil 578 mujeres. Estas cifras, según recoge el diario español El País, nos lleva a ser el país con la más alta tasa de feminicidios en el mundo, gracias a que esta ha aumentado casi en un 200% en la última década.

Estos son números que por sí mismo llenan los suficiente una boca para abrirla. O deberían de serlo. Pero no lo son. Año con año llegamos a esta fecha y hasta entonces recordamos la lucha contra la violencia hacia la mujer. Y entonces satisfacemos una suerte de lástima o culpa diciendo que hay que luchar contra ello, mientras seguimos viendo a las mujeres como objetos, mientras exaltamos únicamente su labor de reproductora del modo de vida que conocemos, modo de vida que esperamos que reproduzcan sin cuestionarlo en lo más mínimo porque deben ser guardianas de la tradición. Tradición que las restringe aún en sus luchas y que lleva a hacer ver a quienes se toman el trabajo de interpelar a la realidad desde su perspectiva de oprimidas como seres anormales, bichos raros que atentan contra el orden y a los que hay que adjetivar de feas, marimachas y de allí en adelante.

Mucho hay que reflexionar, y no solo sobre el feminicidio como expresión más extremo de un fenómeno que va desde hechos sutiles como la distribución de los espacios del hogar hasta comportamientos manifiestos como el acoso sexual y la violación. El año pasado invitaba a informarnos de todo lo que hay que cambiar aún en relación a las graves desigualdades entre hombres y mujeres, a conocer lo queda por luchar en ese ámbito y a ponernos a la par de las mujeres en su lucha por construir un mundo diferente. Posiblemente sea mucho para algunos.

Algunos necesitamos antes de ello, revisar nuestra propia manera de comportarnos, de relacionarnos con las mujeres que están a nuestro alrededor. Ponernos en sus zapatos. Valorar toda la cantidad de exigencias que directa o indirectamente ponemos sobre ellas: vestirse para verse sensual y femenina, comportarse "como una dama", hacer las labores de casa además de ser un modelo de profesional en el trabajo, desgastar su vida por la familia en detrimento de la propia y callar, callar todo y calificar a las lágrimas de dolor y a los reclamos de justicia de pequeñeces, de niñerías.

Hay mucho de responsabilidad personal en esto. El clima que permite los feminicidios está en cada uno de nuestros comportamientos, en nuestras formas de ver y hacer el mundo en que vivimos. Está en todo aquello que hacemos o dejamos de hacer y que permite que la mujer siga siendo vista y tratada como ciudadano de segunda categoría en esta nuestra sociedad organizada y dirigida por hombres y que es sostenida por las mujeres.

En nuestras manos está pues, no solo hacer funcionar a las autoridades demostrándoles nuestro repudio por no poner atención al tema del feminicidio. En nuestras manos está erradicar el clima que facilita que esa y otras muchas formas de discriminación y violencia hacia las mujeres se sigan dando.

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Antes de iniciar este post me preguntaba yo qué diría Monseñor Romero alrededor de este tema. Me doy cuenta que ya nos lo dijo antes:

" Los nombres de los asesinados irán cambiando, pero siempre habrá asesinados. Las violencias seguirán cambiando de nombre, pero habrá siempre violencia mientras no se cambie la raíz de donde están brotando todas esas cosas tan horrorosas de nuestro ambiente." (Homilía 25 de septiembre de 1977, I-II p. 240).


La violencia hoy aparece también con este nombre. Y la raíz está, más que nunca, en nosotros. 


Es hora de irla arrancando. 

Víctor

1 comentario:

Silvia Jeannette dijo...

Me quede sin habla. Excelente entrada. Saluditos.