Últimamente, y en especial en este tiempo de vacación, he estado revisando de lejos algunas cosas relativas a mi trabajo me han cuestionado fuertemente.
Veo lo que hago y encuentro lo de bueno que tiene en la medida en que ayudar a cambiar una vida ya es en sí mismo algo valioso. hacer reflexionar a alguien, darle herramientas para cambiar su historia, para empoderarse, para encontrar alternativas tiene un valor. Pero ¿cuánto contribuye eso que hago a cambiar una realidad que se desmorona? ¿cuánto logro con mi pequeño y mal hecho esfuerzo a revertir el rumbo en que vamos?
No son preguntas fáciles. Y creo que son preguntas necesarias. Yo de alguna manera sigo creyendo que podemos cambiar esto, que puede irse revirtiendo de a poco el nada alentador horizonte que se nos viene. Y este espacio ha sido una manera de ponerlo en palabras, de decirlo en voz alta y de llamar a la reflexión, a ver qué puede hacer cada cual desde su quehacer diario por cambiar esto. Pero en estos días me ha entrado una seria, seria desazón.
Leía este post de Ligia, y las reacciones de gente que también vive fuera al mismo y me da tristeza, me da cólera sentirme desbordado por todo esto. A veces me pregunto si terminaré huyendo, si la búsqueda de sobrevivir mi llegará a llevar de encuentro a mi y a todos estos ideales en los que creo, los que me han llevado hasta acá.
No sé si sea solo yo quien me lo pregunto. Esta noche en particular así lo siento.
No es que me vaya a echar para atrás en mis mínimas luchas. Pero sí de alguna manera quiero encontrar un sentido a lo que hago, más allá de la recompensa de una mirada con más esperanza, que no es que sea poco. Es que hacen falta muchas más miradas y muchas más manos guiadas por esa esperanza. Eso.
1 comentario:
Me hice esas preguntas cuando tenía entre 13 y 15 años. Tenía esperanzas, dije: este volado si quiero que cambie tengo que empujarlo yo mismo.. y me metí en movimientos sociales, en ayuda a comunidades, en educación.... pero la gente es malagradecida, cómoda, apática, un asco.
En ese entonces decidí no tener hijos porque la sociedad, el país, el mundo es un caos. (aunque todavía existen lugares bonitos para escaparse)
Veinte años después sigo pensando igual. Por eso tampoco elegí una carrera humanista.
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