lunes, 1 de octubre de 2012

A propósito del día del niño y la niña

La fecha se presta para muchas cosas. Para recordar cuando fuimos niños y para celebrar a los peques que tenemos cerca, principalmente. He visto de todo en las redes sociales: fotos de perfil recordando cómo se fue alguna vez, fotos de niños haciendo cualquier cantidad de cosas.

Los diarios recuerdan hoy - con ediciones o reportajes especiales - realidades que deberían traernos por los pelos: niños enfermos, niños víctimas, niños sufriendo cualquier cantidad de síntomas de esta sociedad enferma e incapaz de curarse a sí misma al menos en su punto más débil: en su infancia, en lo que en unos años - y ahora que pasan tan vertiginosos - serán el ahora de un país muy joven, muy perennemente imberbe.

Ayer reflexionaba en voz alta sobre el perfil de la columna de la Ana en LPG. Decía yo que me daba cosa su radicación en México. Pensaba en Ligia, en Carlos, en tantos amigos y amigas que se fueron a otros lados a crecer y a dejar por allá el fruto de su esfuerzo. Da cosa pensar que gente joven y cachimbona - que no hace muchos años eran celebrados en sus colegios en esta fecha - sigan encontrando fuera lo que no encuentran acá: un espacio donde desarrollarse y dar frutos. Un espacio donde no se sienta tanta incertidumbre, donde no haya que sentir que en cualquier momento tendrán que salir huyendo (a propósito de esto, vean el reportaje de hoy en El Faro), donde se sabe que en cualquier momento se es víctima de toda clase de violencias.

Retomando lo que Hunnapuh señalaba hace poco, el contexto actual revela - si es que no nos era evidente - la grave situación de violencia no relacionada al tema de las pandillas. Más grave aún que este conflicto, es la dinámica social que se gesta a su sombra: la desconfianza, la nueva ruptura de los lazos que apenas se lograron formar después de la guerra, la violencia como el fenómeno que subraya las formas de relacionarnos en todos los niveles de nuestra interacción cotidiana. Este es el marco donde crecen esos seres a quienes hoy celebramos y decimos que nos llenan de luz y alegría, de esperanza y amor. Ese es el mundo en que les hacemos crecer, torciendo sus chances de ser plenamente felices, de encontrar su camino en la vida.

Mucho hay que hacer. Tomar consciencia de su papel en esta situación es un buen primer paso: véase a los ojos de un niño cuando se comporta como se comporta en cualquier ámbito. En lugar de hablar paja este día, piense si su comportamiento es el ejemplo que quiere dejar en las generaciones que vienen después de nosotros. Piense si este es el medio ambiente que quiere heredar, si este aire este clima, este tráfico y esta incertidumbre de si existe un futuro viable es lo que queremos para ellos y ellas. Y no se quede solo en pensar y sentirse pura babosada. Actúe. Elija ser mejor que su versión actual de sí mismo. recuerde lo que quería hacer cuando niño, cuando niña. Actúe en consecuencia con lo que una vez quiso ser.

Víctor


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