lunes, 31 de diciembre de 2012

¿Qué decir del país para este 2013?

Primero que nada, que mientras no se resuelva lo de los gringos y el abismo fiscal estamos jodidos. Igual estamos jodidos en nuestra dependencia así que tratemos de ver un poco más allá. Demos por hecho un nuevo ciclo de crisis o un agravamiento de la existente, y veamos:

Circo, circo por donde veamos.

2012 fue un año de circo político. Comience por donde quiera: diputados transformer, hombres de maletín, maitros de guayabera, etcétera. Prepotencia por donde se vea y cinismo de pacotilla. Campaña adelantada tenemos desde siempre y nomás falta ver cuando se tire al ruedo Saca. ARENA va seguir en su línea de intransigencia y enrocamiento al igual que el Frente, que va seguir usando la baza de su vínculo con GANA que deberá ver como sobrevive porque no parece claro que por voto popular vaya a ir más allá del logro alcanzado este año.

El tema de los subsidios va a ser jodidísimo. Yo apuntaría a que la realidad va caer como losa y que por ende va caer el del pasaje y el del gas. Pero el populismo preelectoral puede pesar y que se rebusquen por una refocalización que, como ya vimos antes, ha sido complicada en su aplicación y no ha representado un verdadero ahorro.

Por las intenciones de profundizar las medidas de inversión social, habrá que ver cuál es el plan de inversiones del gobierno para sostener esto. El endeudamiento es alto, sea quien sea que lo haya generado y en qué nivel. Lo importante será ver que servicios se prestan a los sectores más vulnerables sin que esto dependa del financiamiento internacional para ello, y cómo se profundizan reformas que den sostenibilidad a la inversión social. El asunto es que todo esto va amarrado al circo partidista - puesto que de discusión profunda sobre hacia done y cómo vamos es imposible que entre en la verborrea de los políticos - y ahí se entrampa cualquier posibilidad de generar condiciones.

¿Más milagros?

La tregua entre las pandillas y su consecuente negociación con el gobierno se acerca a su primer aniversario, con cifras que hablan de cierta efectividad de la misma en una de las dimensiones en que el fenómeno de las pandillas afecta a la sociedad nuestra. El desconcierto nos ha acompañado a todos en esto, pues al ser una medida surgida entre sombras y de una manera sorpresiva, ni a los sectores más avanzados en su trabajo con estos grupos ha tomado con algo entre manos. Al no ser - al menos a ojos públicos - un proceso típico en el que poco a poco se va profundizando un diálogo que conlleva a acuerdos cada vez más efectivos y comprometidos, es difícil intuir qué pueda pasar.

Y es que ni siquiera estamos de acuerdo en cómo asimilar este proceso. A casi un año persisten las dudas y la suspicacia al respecto. No hay confianza en los actores, no hay confianza en el proceso y ni hay confianza en los resultados tan contundentes en cuanto a los asesinatos. La literatura sobre procesos de paz señala la construcción de confianza como un punto clave en los procesos de diálogo y pese a la baja en los asesinatos esto es lo que menos se ha trabajado. Se han presentado propuestas atrevidas como los municipios santuario y los centros de trabajo para ex pandilleros pero no existe el clima de confianza que permita introducir la discusión ni al nivel más mínimo.

Todo el mundo parece saber que esto puede romperse tan fácilmente que la ventanita de oportunidad que se ha abierto nos ha agarrado a todos silbando en la loma. Por otro lado, el condicionamiento que supone el inexistente clima de diálogo entre las fuerzas vivas del país, tanto políticas como de sociedad civil vuelven un laberinto este proceso de paz, tan necesario y crucial por su potencial para resolver un problema que ha venido marcando la vida de la posguerra.

Sumado a la inexistencia del diálogo como base para la búsqueda de consensos, la ausencia de transparencia en la gestión de los acuerdos y la falta de confianza está también un imaginario social construido sobre la lógica dicotómica de ellos-nosotros en que venimos desde antes de la guerra civil. Este discurso de buenos/malos, amigos/enemigos zampado a base de garrote y medios de comunicación hasta en la sopa vuelve oscuro el panorama para unos acuerdos agarrados con alfileres. Mi temor es que esto se rompa y entonces el espacio abierto se nos vuelva algo más inmanejable por la consiguiente ruptura de la confianza del sector pandilleril, lo que podría volver complicadísimo el trabajo de por sí difícil de prevención de la violencia y el trabajo con jóvenes en situaciones de alto riesgo social.

De milagroso no tiene nada el proceso, el milagro va ser si se logra conjuntar a la sociedad o a una parte de ella para apuntalar el mismo y marcar un ritmo que convenga al interés de las mayorías y que responda a la  necesidad de reconciliación social y de cumplimiento de la justicia en todos los niveles que requiere la paz.

Narco, narco y más narco

Recordaba que hace un par de años atrás puse por acá mismo que el poder del narco se iría haciendo más y más evidente en ámbitos más allá de los abusos a los migrantes. Esto sigue siendo una realidad, aunque ahora hablamos un poquitito más de ello. El tema tiene más aire en los medios aunque no en un carácter de investigación profunda. El tema sigue en mucho en la sombra, y mientras siga así su interferencia para nuestra sociedad se volverá más complejo.

El peligro de volvernos un narcoestado está bien presente ante la cercanía del período electoral y la ausencia de una ley de partidos políticos que obligue a transparentar el origen de los fondos de la campaña electoral. Esto sin contar además con una institucionalidad fuerte e independiente, no vinculada a un arreglo partidario: nada de contraloría eficiente de la Corte de Cuentas de la República al patrimonio de los funcionarios públicos, nada de una Fiscalía General que en efecto persiga el delito en los niveles más altos, que es donde suele enquistarse las argollas de las que van pendiendo todo lo que conlleva el tema del narcotráfico. El panorama es triste ante un monstruo de muchas cabezas.

¿Cambio? ¿Esperanza? 

La prueba del tiempo nos pone enfrente la realidad: las cosas siguen como antes porque seguimos haciendo y dejando que se haga lo mismo. Eso. ¿Qué hace de diferente Ud. o yo para que esta sociedad cambie? Quejarse, bien. ¿Qué más?  Adquirir conciencia del país en que vive más allá de la propaganda turística, conocer sus contradicciones, su historia, sus injusticias es un buen paso siempre. Conocer el lugar que ocupamos en este espacio para que las cosas funcionen como funcionan es otro bueno.

Empezar desde ahí, a cambiar este desvergue, encargándonos del pedacito de realidad en que nos toca vivir, aspirando a dejar una buena huella en la gente que nos rodea. Seamos nosotros el cambio y la esperanza que se necesita en el mundo que nos toca vivir.

Nomás eso. Como todo propósito de año nuevo suena tan fácil, pero lo volvemos tan difícil luego. Intentémoslo una vez más, por nuestro bien.

Feliz 2013 a todas y todos. Gracias por venir a leerme.

Un abrazo

Víctor

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