sábado, 8 de julio de 2006

Todas las voces, todas. Todas las manos, todas.

Hace un par de años, me encontraba en el parteaguas de mis prácticas de psicología comunitaria. Por cuestiones vocacionales que fui descubriendo con mis andares por Chalate y Morazán en compañía de unos amigos y del Jefe, o más bien, en Su Nombre; yo creía que ésa era mi área de futuro desarrollo profesional. Toparme con la realidad de los campesinos y las campesinas alteró mi vida para bien; ya antes me había ocurrido cuando dirigía un grupo de jóvenes, y acabó en el cambio de Ingeniería Biomédica a Psicología.

Por esas andanzas y malandanzas yo creía haberme descubierto como psicólogo comunitario: me gusta salir de la ciudad, me siento cómodo trabajando con grupos de gente, no tengo pena en hacer el ridículo o en hablar en público, me llevo bastante bien con los adultos mayores y con los jóvenes, suelo trabajar bien con grupos, etc. Aún no había pasado por los caminos tortuosos del marco lógico, las cartas didacticas y otras linduras que me dan algo de escozor.

Mis prácticas las llevé a cabo con una comunidad que queda en las afueras de un pueblo de los cerros que circundan el lago de Ilopango. Tenían muchos problemas, principalmente derivados de la pobreza en que viven; pero también tenían otros problemas que hacían difícil ser sujetos de ayuda externa. Sobre los problemas inherentes a su situación de pobreza nada podíamos hacer y no nos correspondía hacerlo, mas sobre lo otro si habia trabajo que hacer, y mucho.

Esta comunidad, como muchas otras, carecía de un nivel de organización suficiente como para poder gestionar ayuda para resolver los problemas que les quejaban. El liderazago comunitario había sido regido desde siempre por un señor, don M., quien había fungido como representante comunal frente a la municipalidad, la unidad de salud, etc. En parte porque le gustaba meterse en todo, porque buscaba aydar y adyudarse y también porque los beneficios secundarios del liderazgo (prestigio, ayudas y otros) nunca vienen mal. don M. buscaba siempre estar al frente, aún cuando éramos nosotros quienes dirigíamos las actividades, y pese a que existía una incipiente directiva comunal él insistía en mostrarse como la voz más autorizada de la comunidad.

Al inicio y por nuestra inexperiencia en el área, don M nos había logrado atrapar y considerábamos su voz representativa del decir de las personas de la comunidad. Con el tiempo, y por las mismas actividades de grupos pequeños que realizábamos, nos dimos cuenta de que la gente de la comunidad estaba harta de don M., pero cuando don M. hablaba en el auditorio ampliado nadie disentía.

También pasó otra cosa, y es que la gente que llegaba a las reuniones era una parte nada más de la comunidad, cuando visitábamos las casas las personas que no llegaban a las reuniones daban otras ideas y hacían otros señalamientos. Al final de la etapa diagnóstica teníamos ideas relativamente distintas de lo que nos planteaba la directiva, don M. y la gente que se reunía con nosotros.

Una señora, la niña T. resultaba particularmente llamativa. Llegaba a las reuniones, pero decía poco, generalmente asentía lo que su predecesor o predecesora había dicho. Uno de nosotros habló con ella en el receso de una de las reuniones y le preguntó su opinión sobre una de las actividades, ella hizo un señalamiento atinadísimo acerca de un factor que el grupo no había tomado en cuenta y señaló que sentía que los demás ya habían dicho todo y mejor que ella, que por eso no hacía más que afirmar sobre lo dicho antes.

En la segunda fase del proyecto, ya cuando ejecutábamos la propuesta de la comunidad, teníamos ese bagaje. Nadie se quedó sin hablar, quizá nos tomó más tiempo, pero valió la pena que cada persona se sientiera partícipe de lo que hicimos. Ellos aprendieron que valía la pena escucharse y participar, que la directiva era importante en tanto fuera ejecutora de las propuestas de la comunidad, pero que no podían ellos decidir por aquello que les interesaba a todos y todas.

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Leyendo el post de el sábado en el blog de Ixquic (de lo mejorcito que he encontrado en la blogósfera o bitagósfera , como ella le llama, salvadoreña), me llamó la atención que ella dice que queda poco por agregar respecto a lo acaecido el miércoles en la UES.

No quiero polemizar al respecto de la opinión de Ixquic, no es mi estilo; pero creo, que ella si tiene algo que decir, algo que agregar, igual que la niña T.

Y es que pareciera que entre nosotros campea la idea de que "como otro ya lo dijo lo que yo diga no importa". Pero el asunto es que sí importa, interesa escuchar todas las voces, todas, como dice la canción de la que tomo el título de mi post. No son sólo todas las manos las que construiran ese futuro, esa sociedad libre de los males que vemos y denunciamos desde éstas bitácoras. Esas voces, esas ideas, los sentires de cada uno de nosotros construyen también.

Porque una voz sobre otra suena más, si una opinión y otra coinciden tienen más peso juntas. Todos sumamos en ésto, a la mejor los post de soysalvadoreño, de Hunnapuh, el mío, el de Ligia, el de Aniuxa, el del trompudo, el de Rafael y el de Jacinta no introducen cambios drásticos en la realidad pero estamos rompiendo con la dinámica de ver-oir-callar del resto de salvadoreños. Si somos capaces de multiplicar esto mucho que mejor, experiencias en otros países han demostrado que el poder de convocatoria de éstos medios virtuales puede ser más grande de lo imaginado.

Pero es importante no guardarse lo que ocurre, lo que pensamos; callarse muchas veces equivale a hacer negación, y la negación es un mecanismo de defensa personal, no colectivo. Por eso yo les animo a que sigan escribiendo en sus blogs lo que piensan, el asco que les produce ver los sesos desparramados por la calle en las noticias, la indignación frente a la hipocresía hacia las víctimas de la violencia, la desesperanza que causa ver que las cosas van para peor en el plano económico, la cólera que da, el espanto, la risa, lo que sea.

Hacen falta muchos esfuerzos para construir esa sociedad que queremos, esa empresa toma décadas enteras, pero ya hay que ir comenzando. Creo que al menos hablar de ello y escuchar a otros es un buen comienzo, si no el mejor.

Uds. dirán.

Nos vemos luego.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo, los "Blogueros" salvadoreños(prefiero la palabra mas españolizada), no deben callar, sobre todo porte su aporte no está "amarrado" a la censura ni a un grupo ideológico específico, salvo alguno que otro caso pero aún así les queda libertad de disentir con la corriente de sus simpatías llegado el caso.

Actualmente y quizá para siempre, internet es un acceso prohibitivo para la mayor parte de nuestra población, pero para quienes tienen el privilegio de poder ser parte de estas tecnologías, debe ir el mensaje de los que de una u otra forma roban tiempo de su propia vida para manifestar supensamiento y visión de los hechos al mundo.

Saludos.

Unknown dijo...

No hay que callarse...

Yo quiero decir mucho... pero las palabras se me escapan... No quiero que mis letras tengan enojo... quiero que tengan inteligencia. Sigo dando vueltas... a fin de dar un buen comentario.

Y no puedo.

Victor dijo...

Mostrar tu enojo ante la irracionalidad es tanto o más inteligente que el análisis más profundo. Porque lo que diferencia a uno del otro es la cantidad de palabras, pero al final apuntan a lo mismo:
No más violencia!

ixquic* dijo...

Por mi parte agredezco tu llamado de atención... He de confesar que parte de mi vocación es la defensa de los derechos humanos y lo que sucedió me impactó mucho.

Cuando algo pasa me encanta llorar hast que se me secan los ojos y comienzzo a reirme de mi misma.

Pero con esto me tocó hacer, pensar decir, denunciar, correr, señalar etc. y al final me quedé sin palabras, entonces me dió migraña. hoy viernes después de estar sedada tres días regresé a trabajar, pero sobre todo a decirte que gracias por hacerme hablar, esa era la mjor terapia.

ahora bién, hay que salvar las exageraciones, tengo dos trabajos: digamos que soy una abogada bailarina y madre soltera: qué combinación!
Mil gracias de nuevo.

Aldebarán dijo...

Y sin ambargo, hay veces que los hechos te desbordan y no tenés palabras de la gran tristeza que te asalta.

Saludos, que es la primera vez que paso por acá y se leen cosas interesantes.