Épicas, Inquisiciones y el Morboshow de Saddam

Ésta semana veía en la TV una película sobre Helena de Troya. Un tiempo antes había visto parte de la película épica Troya, donde sale Brad Pitt y Eric Bana. Ahí salía un hecho interesante, que me hace rememorar cosas que leía hace mucho tiempo.

Cuando estaba pequeño (y más delgado) leía yo con fruición cosas sobre historia. Allí supe de las tribus reductoras de cabezas (los jíbaros), las civilizaciones antiguas, las eras de la tierra y un montón de cosas que no vienen al caso. El punto es que viendo la película recordaba yo que leía que en muchas ocasiones los vencedores de las guerras en la época de los griegos paseaban como trofeo las cabezas de los caudillos o guerreros enemigos. Decían que era una manera de pavonear su bravura y eficiencia en el campo de batalla, tambien que servía para humillar y desmoralizar al enemigo. Tambien leía la Biblia y ahí salía que Herodes había mandado a cortar la cabeza de Juan Bautista y que la había llevado en una bandeja de plata a Salomé, la bailarina.

Ésta costumbre parece haber estado arraigada tambien en las civilizaciones americanas, que los jíbaros reducían las cabezas de los guerreros enemigos derrotados (se les llama txantxas a esas cabezas) que llevaban colgadas o algo así, y que civilizaciones mesoamericanas hacían sacrificios de guerreros enemigos como un tributo a los dioses.

En fin, que de la búsqueda de mostrar el poder se acostumbraba volarle la cabeza al derrotado de turno y mostrarla a los demás. De ser posible con sacrificio público incluido.

Hace un par de horas terminaba de ver con dos grandes amigos un par de documentales sobre los archivos de la Inquisición o Santo Oficio (aunque de santo no tuvo nada, en mi parcial opinión). Mientras compartíamos el fermentado jugo de la vid, veíamos como en ésa infame época de la Iglesia Católica, se acostumbró montar todo un show "escarmentador" y formador del "temor de Dios" (terror, decía uno de mis amigos). A los que se les condenaba se les quemaba vivos o se les decapitaba enfrente de toda la población para que no anduvieran pensando por sí mismos acerca de las cosas de la fe, que eran patrimonio exclusivo de la jerarquía y la "divina" monarquía.

Le decía yo al amigo que acuñó el término "terror de Dios" (y de sus "emisarios"), que lo de mostrar las muertes de los derrotados por el poder no era nuevo. Le contaba yo de lo de las tribus y lo de las películas y luego pensaba yo que era ya casi un hábito esto de montar el show de la ejecución del derrotado. Mi amigo me decía que era llamativo cómo atrae el ir a ver cómo matan a otra persona. Y me acordé de Saddam Hussein.

No sé si antes una ejecución había sido tan publicitada y llevada en pocas horas al dominio público con pelos y señales. El punto es que me da asco el morboshow que se armó con el vídeo que se llevó en pocas a todo el mundo. No he visto el vídeo, ni quiero verlo. Saddam fue un dictador, un gusano vil si quieren llamarlo así, pero el show que se armó con su muerte es un acto de la misma calaña que el de los terroristas que degüellan a sus rehenes y lo graban para ponerlo online.

Porque es una muerte, y lo que está muriendo es una persona. Si, una persona, Saddam era una persona que con sus decisiones ocasionó la muerte de miles de personas. Me pregunto yo, si tanto escozor causa pensar en las hogueras públicas de la Inquisición, si se nos cruza la idea de "salvajes" cuando pensamos en los jíbaros y sus txantxas, qué se nos cruza por la cabeza cuando pensamos en ése video de la ejecución de Saddam.

A mi me revolotea un asco, no porque me caiga bien el ejecutado (que mandó hacer barbaries, cosas que no puedo adjetivar), si no porque pareciera que estamos condenados a ver cómo el poder se pavonea sobre las alas de la muerte; porque pareciera que en lugar de buscar caminos que conduzcan a la vida, toleramos y celebramos el show de la muerte.

Quizás el hacer el morboshow ya sea una suerte de cuestión arquetípica, pero qué patético me resulta esparcir a través del mundo la demostración más asquerosa del poder terreno, provocar la muerte intencionalmente. Y quizás lo que me es más triste de todo, pensar que éste signo de muerte sólo podrá traer más muerte. Y no de los que ejercen el poder, si no de sus instrumentos (los soldados) y de los que no tienen la culpa, los pobres.

Victor