lunes, 12 de marzo de 2007

Rutilio Grande, a 30 años de su Martirio

Hace tiempo, revisando la librera en casa de mis abuelos maternos, encontré un folleto de hojas amarillentas, en la primera hoja decía “INTRODUCCION” y a continuación comenzaba a hablar de la vida del Padre Rutilio Grande S.J. Planteaba ser un homenaje a un hombre que cuya "vida silenciosa muchos años, hasta terminar, en los años de Aguilares, como una vida de gran influjo, verdadero signo en la Iglesia de El Salvador" *

Y vaya que lo sería, pues el martirio de el P. Rutilio, marcaría no solo un momento histórico trascendental en la vida de Monseñor Romero como Arzobispo de El Salvador (con las consecuencias que devinieron de ello) y señala además el inicio un arreciamiento en la persecución contra la Iglesia católica Salvadoreña, que había tomado el testigo de la renovación cristiana impulsado en la II Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín ** y por el Concilio Vaticano II. Éste incremento en la persecución a la Iglesia Católica, comienza con el P. Tilo (como le decían los campesinos y las campesinas), que era el primer salvadoreño y sacerdote, y además jesuita, en ser un mártir notorio; a él le seguiría una procesión de cristianos -mujeres y hombres-, docena y media de sacerdotes y el mismo Monseñor Romero.

El P. Grande desató una historia más grande de lo que se podría creer a priori: su muerte afectó a Mons. Romero, que tenía apenas tres semanas de haber tomado posesión como nuevo arzobispo de San Salvador; luego de la muerte del P. Rutilio, Mons. Romero tomó decisiones fuertes que marcarían un antes y un después en su quehacer pastoral como arzobispo de El Salvador y con ello a todo el país.

Además, el P. Grande tuvo relaciones cercanas e influyó en un gran número de los sacerdotes que morirían asesinados luego de él: Octavio Ortiz, Ernesto Barrera, Alirio Macías, Rafael Palacios, Alfonso Navarro... por nombrar algunos. Todos ellos tuvieron al P. Grande bien por un querido amigo personal, un ejemplar sacerdote al que admiraban o por formador en el Seminario San José de la Montaña o por todo lo anterior.

Además de ellos, los "innumerables seguidores del Evangelio" de "la ciudad mártir de Aguilares" como le llamaría el propio Monseñor Romero a los tres meses de la muerte del P. Rutilio. La persecución y la muerte fueron más que notorias en la parroquia de Aguilares como quizá en pocas del país. Quienes frecuentaron alguna vez sus cantones y vivieron en ellos tuvieron que dispersarse, murieron muchísimos. Entre ellos los más allegados a la parroquia y al P. Rutilio. Se calcula que de los responsables de la pastoral parroquial siguieron la misma suerte del P. Tilo de un 75 a 85 por ciento

El asesinato del P. Rutilio y sus dos campesinos marca una inflexión importante en la historia del país, en la vida de la Iglesia salvadoreña y también en la orden de los jesuitas de esta región de Centroamérica. Por ello la importancia de éste hombre sencillo que optó por vivir en coherencia con sus ideales. Sirva éste post como un recuerdo del asesinato del P. Grande y dos campesinos, para que éstos hechos no se olviden y para que aquellos que somos católicos, y más aún, todas y todos los cristianos recordemos que el asemejarse a Cristo es una cuestión que va más allá de las palabras y que nuestro compromiso cristiano habrá de llegar, como Jesucristo, hasta la ofrenda de nuestra vida si es necesario.

Y es que el testimonio que nos dejaron personas como el P. Grande, Mons. Romero, P. Cosme, el P. Navarro, las y los catequistas que murieron por proclamar una palabra viva y quemante, el testimonio de aquellas y aquellas y aquellos que sufrieron persecución, maltratos y torturas por llevar una buena nueva que que se encarna en la realidad concreta y que sirve para ir transformando al mundo, esos testimonios deben ser para nosotros un aliento para no amilanarnos ante las demandas del mundo de hoy y contribuir a la transformación de éste en un lugar donde quepamos todas todas y todos como iguales y que a nadie le falte el conqué. Hay quienes creen que con ésto se ahondan heridas, que tiene tíntes políticos, creo que bastan las palabras de Mons Romero para contestar a ello:

"Jamás, hermanos, a ninguno de los aquí presentes se le vaya a ocurrir que esta concentración en torno del Padre Grande tiene un sabor político, un sabor sociológico o económico; de ninguna manera, es una reunión de fe. Una fe que a través de su cadáver muerto en la esperanza, se abre a horizontes eternos."
Esos testimonios deberían tener más relevancia en nuestros días, en que la iglesia católica salvadoreña debe recuperar su identidad centrándose en la realidad del pueblo y en su propia historia como iglesia salvadoreña, antes que atenerse en promulgar formas que se quedan vacías ante una realidad que demanda un cristianismo activo y comprometido con la construcción del Reino de los Cielos en el aquí y en el ahora, en cuestiones de fondo antes que de forma.

El texto que transcribo es la parte final del libro "Rutilio Grande, Mártir de la Evangelización Rural", publicado por UCA Editores en 1978, a un año del martirio de Rutilio. Las imágenes son del mismo libro.

Con ocasión de la expulsión del párroco de Apopa, Mario Bernal, Rutilio, con otros sacerdotes de la vicaría, se reunieron en aquel pueblo el 13 de febrero de 1977 para celebrar el acontecimiento con la Eucaristía, "el símbolo más grande, el símbolo de una mesa compartida con taburete para cada uno y con manteles largos para todos." Rutilio tomó la palabra para reflexionar sobre la expulsión del Padre Bernal.

Entre otras cosas señaló:

"mucho me temo mis queridos hermanos y amigos, que, muy pronto, la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarán las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas, contra el pecado, naturalmente... si Jesús de Nazaret volviera, como en aquel tiempo, bajando de Galilea a Judea, es decir, desde Chalatenango a San Salvador, yo me atrevo a decir que no llegaría con sus prédicas y acciones, en este momento hasta Apopa. . . lo detendrían allí, a la altura de Guazapa. Allí lo pondrían preso, y a la cárcel con él. . . yo me temo que si Jesús entrara por las fronteras, allá por Chalatenango, no lo dejarían pasar. Por allí por Apopa lo detendrían. Quien sabe si llegase a Apopa: ¿verdad? Mejor dicho por Guazapa, duro con él! Se lo llevarían a muchas Juntas Supremas por inconstitucional y subversivo. . . lo acusarían de revoltoso, de judío extranjero, de enredador con ideas exóticas y extrañas, contrarias a la Democracia, es decir, contrarias a la minoría. Ideas contrarias a Dios, porque es un clan de Caínes... lo volverían a crucificar. Y ojalá que me libre Dios a mí, que también estaría en la colada de crucificadores!... Preferimos un Cristo de los meros enterradores o sepultureros... Un Cristo mudo y sin boca, para pasearlo en andas por las calles. Un Cristo con un bozal en la boca. Un Cristo fabricado a nuestro antojo y según nuestros mezquinos intereses." Algunos no querían un Dios cuestionante que intranquilizara las conciencias. Un Dios que preguntara: Caín, qué has hecho de tu hermano Abel? Algunos prefieren el Dios de las nubes. No quieren a ese Jesús de Nazaret,". . . en el cristianismo hay que estar dispuesto a dar la vida en servicio por un orden justo, por salvar a los demás, por los valores del Evangelio."

[...]

El sábado por la tarde, 12 de Marzo, a un mes escaso de la manifestación de fe en Apopa, Rutilio también pasó a engrosar la lista de los mártires de América Latina. Esa tarde Rutilio salió a presidir la Eucaristía en El Paisnal donde estaba celebrando la novena como preparación a las fiestas patronales. En aquel ultimo viaje lo acompañaron Manuel Solórzano, 72 años, Nelson Rutilio Lemus, 16 años, y unos dos o tres niños. Mientras atravesaban unos campos de caña fueron emboscados y brutalmente ametrallados.

A juzgar por el examen practicado sobre su cadáver por un médico con larga experiencia forense, los disparos se hicieron desde el frente, un lado y desde atrás con un arma marca Mantzer, usada por la policía. Las balas blindadas de 9 mm. atravesaron por la derecha el maxilar y el cuello de Rutilio, rompiéndole la caja encefálica y atravesándole la cabeza. Varios disparos le cosieron la región lumbar. Otros se introdujeron en los glúteos izquierdo y derecho, rompiéndole la pelvis y el ilíaco. Por fin, una última bala le atravesó el pie izquierdo. A juicio del médico fueron unos 12 disparos, todos ellos mortales, excepto el del pie, hechos por tiradores expertos desde una distancia de 15 ó 18 metros.

Al recibir los impactos se ve que Rutilio perdió el dominio del vehículo, pues éste se encontró con los
cadáveres sangrantes volcado sobre el lado derecho con el motor todavía encendido y las ruedas dando vueltas. Los niños lograron escapar.
Un grupo de gente comenzó a congregarse y algunos fueron a avisar a conocidos del equipo misionero y al juzgado. Uno de los jesuítas se había adelantado a Rutilio hacia El Paisnal, donde tenía una reunión en hora más temprana en uno de los cantones. Así se salvó de una muerte segura. Otro de los miembros del equipo estaba en la sede parroquial y el cuarto en España.

Inmediatamente se transmitió la noticia a la Catedral Metropolitana y al Provincial de la Compañía de Jesús. El juez de paz de Aguilares, José Cruz Rodríguez, procedió al reconocimiento de los cadáveres, según consta en acta, e hizo conducir el auto de Rutilio a la alcaldía. El reconocimiento legal escuetamente dice que el fallecimiento ocurrió, "a consecuencia de lesiones producidas con arma de fuego", sin más. Los cadáveres fueron entregados a la parroquia donde estuvieron tendidos sobre unas mesas hasta que se les consiguieron cajas. El P. Provincial se empeñó en que las tres fueran exactamente iguales.

Después de la llegada del P. Provincial y de otros tres jesuítas que le acompañaron hicieron acto de presencia el Arzobispo de San Salvador, Monseñor Osear A. Romero y su obispo auxiliar, Monseñor Arturo Rivera. En la madrugada se dijo una misa y se procedió al examen médico. Las autoridades eclesiásticas insistieron en practicar dicho examen forense porque desconfiaron del parte oficial. No se practicó una verdadera autopsia por carecer del instrumental necesario, por ello no se pudo extraer bala alguna. El dictamen forense descansa en la experiencia del médico.

A las 7 p.m. del sábado, el Presidente llamó telefónicamente al Arzobispo para presentarle sus condolencias y prometer una investigación exhaustiva. Los periódicos después dijeron que el Arzobispo había llamado primero al Presidente. A un año de lo sucedido aún no se sabe quién o quiénes fueron los responsables del crimen.

Al día siguiente, domingo, a las nueve de la mañana, se tuvo una misa de cuerpos presentes en la parroquia. En la madrugada habían comenzado a fluir ríos de campesinos que se enteraron de lo sucedido por medio de la radio del arzobispado. Llegaron de las comunidades del valle y de los cerros, y de los cuatro municipios de la parroquia. Muchos rompieron a llorar ante los cadáveres. Algunos sacerdotes tampoco pudieron contener sus lágrimas. La misa fue presidida por el Padre Provincial y concelebrada con los jesuítas y otros miembros del clero nacional. El secretario de la nunciatura y su suplente estuvieron presentes, ya que, el Nuncio se encontraba en Guatemala. Durante todo ese día los cadáveres quedaron expuestos en el templo.

El lunes por la mañana los cadáveres fueron trasladados a San Salvador. En la catedral el Nuncio, Monseñor Emanuelle Gerada, presidió una misa concelebrada con los obispos y más de cien sacerdotes. Las homilías estuvieron a cargo del Arzobispo y el Padre Provincial. La inmensa catedral resultó estrecha para la multitud congregada. Mucha gente tuvo que permanecer en el atrio y en el parque situado enfrente de la puerta principal del templo. Entre ellos había representantes de grupos políticos que comenzaron a repartir propaganda. Oficialmente sólo se distribuyó el sermón de Apopa en el cual Rutilio había intuido su cercana muerte. En esa ocasión había dicho que en el cristianismo había que estar dispues­to a dar la vida en servicio por un orden justo y por los valores del Evangelio.

Los tres ataúdes fueron sacados en hombros de la catedral y trasladados en procesión fúnebre hasta las cercanías del templo de San Francisco, interrumpiendo el tráfico del medio día de la ciudad capital. El desfile fue desordenado pero elocuente. Era una masa apretada de gente que ocupaba toda la calle y se extendía por cuatro cuadras aproximadamente, el desorden también se mostró en la mezcla de cantos y gritos, algunos pidiendo perdón a Dios y otros, en forma de arenga política. Los cadáveres fueron trasladados de nuevo a Aguilares en tres carros fúnebres. Toda la procesión fúnebre fue acompañada por una multitud de gente que se protegía del sol abrasador con sombrillas multicolores y típicos sombreros campesinos. Se formó, además, una larga fila de autos llegados de San Salvador, camiones cargados de gente, buses y camionetas. Desde Aguilares la gente llevó en hombros los ataúdes hasta el lugar conocido como "la línea" donde fueron introducidos en los carros fúnebres para acortar el trayecto hasta El Paisnal. El lema usado en aquella manifestación fue, "caminar con Rutilio su camino de El Paisnal como Cristo caminó su camino de la cruz." Alrededor de las tres de la tarde los tres cadáveres fueron sepultados en el templo de El Paisnal. Para ello hacía falta permiso expreso de la asamblea legislativa, pero no se consiguió por ser fin de semana.

Terminado el funeral la gente comenzó a desalojar el pequeño templo mientras un conjunto de guitarras interpretó varias veces, entre nutridos y espontáneos aplausos, una canción ranchera compuesta por los campesinos en memoria de Rutilio.

¿Quién mató a Rutilio Grande? Rutilio Grande fue víctima de la injusticia y la violencia institucionalizada que predomina en El Salvador. Quienes pretendieron acallar su voz con las balas no han hecho sino amplificarla. Su vida y su palabra permanecerán para siempre. Rutilio es hoy testigo del Evangelio y de la justicia.

Los móviles del vil asesinato del párroco de Aguilares, dijo el Arzobispado, no han sido los mismos que provocan un crimen vulgar. La verdadera causa que motivó su muerte fue la intensa labor pastoral concientizadora y profética; "el Padre Grande, sin lastimar y violentar a sus fieles en la práctica de su religión popular, fue formando una verdadera comunidad de fe, de esperanza y de amor entre ellos, haciendo conciencia de su dignidad de personas, de sus derechos fundamentales propios de todo hombre y también de su promoción humana integral."** Esta labor eclesial no era del agrado de todos, era una labor molesta para algunos y para terminar con ella había que liquidar a su promotor, en este caso, a Rutilio Grande.
Que sirva para nuestra reflexión y que no se nos olviden estos hechos, los testimonios de nuestros mártires, esa sangre que clama para que recojamos su testigo, nos exige desde el amor con que fue derramada comprometernos con el cambio en nuestra vida personal y con el cambio social. Ojalá y así lo hagamos. Cito textualmente uno de mis cantos de entrada favoritos a la misa, ese que retoma las palabras del P. Grande:

Vamos todos al banquete,
a la mesa de la creación;
cada cual con su taburete
tiene un puesto y una misión.

Hoy me levanto muy temprano;
ya me espera la comunidad;
voy subiendo alegre la cuesta,
voy en busca de tu amistad.

Venimos desde Soyapango,
San Antonio de la Zacamil,
Mexicanos, ciudad Delgado,
Santa Tecla y de La Bernal.

Dios invita a todos los pobres
a esa mesa común por la fe,
donde no hay acaparadores
y a nadie le falta el con qué.

Dios nos manda a hacer de este mundo
una mesa donde haya igualdad,
trabajando y luchando juntos,
compartiendo la propiedad.


Tengan una buena semana, crazy diamonds. Ojalá y desde su taburete cumplan esa misión para que brillemos como uno solo.

Victor

* "El documento fue la ocasión de acoger el impulso suscitado y de proponer pistas de trabajo para la renovación cristiana de América Latina a la luz del Concilio [Vaticano II, n. del a]. Fue un acontecimiento de la mayor trascendencia para el Pueblo de Dios en el continente latinoamericano que marcó el inicio de una nueva etapa en la autoconciencia de la Iglesia y en el compromiso evangelizador.

La II Conferencia General fue convocada por el Papa Pablo VI y, más tarde, inaugurada personalmente por él en agosto de 1968. Se reunió del 26 de agosto al 6 de setiembre. El tema de reflexión escogido para la Conferencia fue: Presencia de la Iglesia en la actual transformación de América Latina, a la luz del Concilio Vaticano II." (
CELAM)

** Mons. Romero


Más sobre el caso:

INFORME SOBRE LA SITUACION DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL SALVADOR; CIDH, 1978. Caso 2338. http://www.cidh.org/countryrep/ElSalvador78sp/cap2.htm

Homilía de Mons. Romero en la misa exequial del P. Rutilio Grande:
http://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/C/770314.htm

Homilía de Mons. Romero en la misa del primer aniversario de la muerte del P. Grande:
http://www.servicioskoinonia.org/romero/homilias/A/7803052.htm


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