Ella se multiplica en cosas pequeñas. El mundo caótico del hogar no se entendería sin esas pequeñas estrellas que ella deja a su paso y que uno no nota si no hasta que abandona la galaxia por unos días que bien serían años (nota para viajantes cósmicos: es virtud notar antes que nada los milagros que ocurren a dos pasos de la cocina). Su ausencia se extiende hasta la espalda, lugar privilegiado para llamar a la alegría en noches llenas de rutina: la felicidad son esas manos rascándome una picandinga imaginaria que no es si no una buena excusa para tenerla cerca.
Ella es detalles. Pequeños gestos que transforman frijoles en una sinfonía de aleluyas, panes con huevo que transforman la cara de una mañana que anticipaba para el olvido, llamadas ac comer antes que estalle el caos cotidiano.Ella es esa disposición vital a seguir siendo una bichita que gusta rodar colina abajo en un potrero, que se regusta viendo sus flores crecer y que tiene un ataque de ternura con cada bebé que mira. Ella es el juego de siempre, las risas que denotan el disfrute de darnos un pellizco.
Ella es sus ejemplos, su clase de ética en cada día de trabajo, su responsabilidad incólume ante sus olvidos, sus luchas constantes contra la mediocridad y la mentira. Ella es tercamente honesta.
Ella es demasiado como para no compartirla, como para no dejarla ser mamá de los amigos, como para no dejarla tratar al recién llegado como si fuera uno de los de siempre. Ella es mamá de todos porque en su abrazo cabe todo el mundo. Ella es demasiado como para quedarse callado cuando uno, movido por lo que sea, recuerda el privilegio de tenerla viva, haciendo imperceptibles milagros mientras camina.
2 comentarios:
Un saludo para su ma de mi parte.
Gracias, cipotón. Saludos a su señora madre también.
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