martes, 21 de agosto de 2007

Crónica de una despedida

Ella murió el viernes, como a eso de las 8:40 de la mañana. Mi abuelo y una de mis tías habian pasado cuidándola en la noche en el hospital, mi mamá habia llegado para relevarles y que ellos pudieran salir a comer y luego ir a descansar. Mientras mi abuela fue a desayunar y mi tía se quedó durmiendo en el sillon del cuarto, mi mamá se sentó a la par de mi abuela y la tomó de la mano. Comenzó a rezar el Santo Rosario, y mi abuela comenzó a respirar más despacio, estaba tranquila, era como si fuera apagándose. Mi mamá no llamó a la enfermera, solo siguió rezando, no quería que volvieran agonía dolorosa el tránsito de mi Mamita. Ella siguió encomendando el alma de mi Mami a Dios. Llegó mi hermana y se puso a rezar con ella mientras mi abuela entregaba su ultimo aliento. Cuando terminaron, entre lágrimas, el Rosario, fueron a llamar a la enfermera para hacerle saber que Mamá Rosa había dejado este mundo.

Así acabó la vida de una mujer pequeña de estatura pero enorme en amor; en sus últimos sueños había visto a Jesús y a la Virgen María, a quienes ella les tuvo siempre muy presentes. Mi abuela era muy devota, era de las que no fallaban en ir a misa todos los días. Pero no sólo quedaba en eso su vida de fé, lo volvía obra, ayudaba a los demás cuando podía. Durante la vela supe de varias personas a quienes ella les habia ayudado de un modo u otro, bien en el pueblo o bien cuando anduvo con mi abuelo en alguna hacienda donde él estuvo trabajando.

Mi abuela se fue en calma, mientras escuchaba a mi mamá rezar el Rosario, ese que tantas veces oramos juntos, ese que ella me enseñó a rezar con devoción. Se fue luego de habernos visto a casi toda la familia reunida a su alrededor, amigos míos incluidos (gracias Mario y Saúl por su apoyo), todos tratando de hacerle sentir que estabamos con ella, que deseabamos que estuviera bien y tranquila. Y ese apoyo le dio la paz para poder irse a platicar con el mero Jefe de Jefes.

La vela estuvo llena, y como toda vela de pueblo (Nejapa conserva algunas cosas de pueblo y tiene muchas otras de pequeña ciudad) tiene sus particularidades, entre ellas los infaltables bolos que llegan a ver si se repartirá guaro (aguardiente, licor) en la misma. No era el caso, pero igual llegaron y un par de ellos armó un pequeño desorden que me implicó mojarme para sacarlos de la casa y llamar a la policía para que se los llevaran lejos. Por lo demás, le llevaron muchos arreglos florales a mi viejita, a quien tanto gustaban las flores y a quien mi abuelo le decía "mi flor".

Yo estaba ahí como nieto, como doliente. Se me salieron mis lágrimas, si. Y vi como cada uno de los miembros de mi familia vivía a su modo su dolor; como psicólogo estaba pendiente de señales de desborde, y la verdad estaba con la tensión de si sabría actuar adecuadamente si llegaba el caso. Fue algo pesado lo de llevar mi dolor y estar pendiente de los demás, pero vamos... eso lo transmitió mi abuela a mi mamá y ella a mí... es cuestión de genética o de aprendizaje social... o de las dos cosas.

En la misa de cuerpo presente se notaba la tensión de mi fmailia mucho más, ya nadie sonreía, se veían mas expresiones de tristeza. Mi hermana no quiso leer, ni cantar. Me toco leer a mi, no me costó, pero luego de la misa el padre dijo que pasara uno de los familiares a decir unas palabras. Nadie estaba en el plan de pasar al frente así que en dos segundos metafísicos decidí pasar yo. Dije varias cosas, tratando sobre todo de resaltar que mi mami vivía en cada uno de nosotros, incluso en nuestras costumbres y habilidades, y que la mejor manera de honrar su vida tan entregada a nosotros y a Dios era siguiendo sus mejores ejemplos: la ayuda desinteresada a los demás, la entrega a su familia, su cercanía a Dios. No se me quebró la voz, y quedé con una rara paz que me acompaño durante el resto del sepelio.

Cuando estábamos en el cementerio, mi abuelo se veía muy mal. Recibí ordenes cruzadas, unas decían que estuviera pendiente de mi papá porque andaba alta el azucar y andaba bien estresado porque le ha tocado pesado en estos días, otros que estuviera pendiente de una de mis tías, otros que de mi mamá y otros que de mi abuelo. Opté por lo último, en estos días me he acercado mucho más a mi abuelo y a él lo vi en más riesgo de que tuviera algún problema. Y de hecho así fue, mientras elevabamos una ultima oración, a mi abuelo se le pusieron aguadas las rodillas y si no lo hubiera tenido abrazado se hubiera caído. me mantuve a su lado todo el rato, luego de ese pequeño incidente, él tomo entre sus dedos una florcita roja que quedó en el vidrio del ataúd, la acomodó de manera que quedara como si la hubiera puesto en la frente de mi abuela, cerró los ojos y suspiró. Me pidió que lo llevara a donde pudiera sentarse. Me quedé a su lado, viendo como descendía el ataúd con el cuerpo de mi mami, luego viendo como le tiraban la tierra encima y como le ponian flores a la tumba. Me despegue de el solo para ponerle una flor a la tumba y allí le dije un trilce adiós a la Rosita, nuestra flor.

Victor

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P.D.:

No quiero irme sin agradecer a quienes me expresaron su apoyo y sus condolencias a través de sus comentarios y correos. No saben cuanto me ha calado en el corazón sus gestos, y cuanto bien me han hecho a mi y a mi familia. De verdad, gracias. Dios sabrá recompensarles por su empatía y su solidaridad.

También he experimentado más que nunca la cercanía de mis amigos, a quienes agradezco estar pendientes de mi y de mi familia, especialmente quiero agradecer a Mario y a Saúl el que hayan ido conmigo a ver a mi abuela al hospital y que le ayudaran a mi abuelo a pasar más tranquilo mientras mi mami estuvo en el hospital. Gracias a Dios que existen en mi vida, compas.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Mis condolencias.

Tal como lo has mencionado siento que lo has tomado todo con mucha calma y mucha paz. Bien por ti.

Ahora ella ya paso a un mejor lugar.


Un Abrazo.

Anónimo dijo...

sinceramente victor recibe mis condolencias

la muerte es solo un paso a otro lugar, siempre es difícil aceptarlo, pero tu familia tiene un psicologo
de lujo

Anónimo dijo...

Mis condoloncias ante el fallecimiento de tu abuelita.

Un abrazo de amistad y sensibilidad para un colegua bloguero.

Saludos