jueves, 5 de marzo de 2009

How is your life today...

Ella intentaba escuchar mi plática, mientras entraba a su casa. Treinta y tres arrugas amargas en su rostro, igual número de años junto a a él, detestable entre los detestables. Él ríe las gracias de su perrito, un French Poodle amarillento y jovial, su carcajada suena falsa mientras retumban en mi memoria los gritos que despiertan a sus vecinos a las cuatro de la madrugada: "Sos una estúpida, no servís para nada, vieja de mierda... no chillés que no te luce."

Él crece moldeado por las amargas arrugas de ella, las carcajadas falsas del otro y sus silbidos para llamarle a él y al French que han salido a pasear. Me sonríe cuando salgo a la calle, me mira sudar cambiando la llanta del carro que ha decidido desinflarse de una buena vez después de tanto esperar el relevo. No sabe de crisis económica, no escucha el carro con altoparlantes donde un locutor grita que ahí viene Chávez y los ateos.

Una tarde, cuatro años antes lo escuchaba gritar: "¡No me pegue, papá! ¡Por favor! ¡No lo vuelvo a hacer!." Un ruido seco, algo cayendo por las gradas precedía a unos gritos aún más fuertes, un silencio angustiante, más gritos, un portón que se abría rapidamente, murmullos angustiosos, una camioneta todoterreno saliendo apresurada, un portón cerrado violentamente, un chillido de llantas. Silencio.

Ella siempre otea las puertas abiertas de las casas en su caminar lento de veinte minutos diarios, el doctor le dijo que debía evitar la ropa apretada, si no le seguirían creciendo violáceos túneles bajo la piel de sus piernas, otrora blancas, hoy vueltas mapas sinuosos del paso de los años tras un escritorio. No aparenta más de veinte años más que la edad que marca el pasaporte, su corazón pesa otros veinte más. El french la persigue, dando pequeños saltos por la casa; ella, sin fuerzas para espantarlo, hace una mueca que intenta ser sonrisa ante la alegría del único que espera que llegue a casa.

Él ha sacado a pasear al perro. Le llama con un juguete de plástico, lo hace seguirle corriendo. Ríe. La camioneta aparece por la esquina y en su mirada se percibe angustia, voltea el camino y entra a casa. El perro sigue al hombre, que le habla con ternura: "¡Mi peque! ¿Cómo está mi peque?." El hombre voltea y espeta al niño casi hombre que baje las cosas del carro, que se apure, que no vaya a botar nada. El casi hombre, niño aún se apura, tropieza. "Estúpido", grita el otro, mientras acaricia al perro que lo mira devoto.

El perro se esconde bajo las gradas. Le asustan unos gritos del hombre en cuyo regazo había estado. Ve unas piernas delgadas atravesarse frente a otras blancas, atravesado por líneas violetas. Oye gritos del niño al que perseguía con su juguete. Unos zapatos cafés están a la orilla de las gradas. Cae. El perro chilla. Silencio.

Alguien me da las gracias por todo. Qué lástima por el perro, pienso.




[No era éste el cuento que estaba escribiendo. Pero hace ratos quería sacar de mí cabeza esta historia.]

4 comentarios:

Mariocopinol dijo...

Nice! Deberias de subirlos mas seguido!

HuelveElena dijo...

Yo, al contrario de Mario, pienso que no deberías subirlos, porque después que los tengás editados y pulidos quizá querrás o podás meterte a un concurso, y algunas bases ya evitan que se sometan a concurso textos publicados en blogs.

Es una recomendación, pues.

Victor dijo...

No sé, Elena. Obviamente esto no era una historia con calidad literaria evidente. El otro cuento si me lo he guardado más por eso, lo veo mas literario que éste que es una historia real excepto por el final.

Gracias por el advice.

Victor

Anónimo dijo...

De acuerdo con Elena. No vaya a ser de que te los plagien.